Cada generación reescribe la historia. Y la nuestra, bajo el impacto intelectual y emocional del declive de Occidente, construye relatos del pasado compartido con más sombras que luces. Josephine Quinn, arqueóloga y profesora de Historia Antigua en la Universidad de Oxford, ofrece un vasto fresco narrativo que a lo largo de más de 500 páginas desmonta el mito de un Occidente construido con tres bloques superpuestos, la civilización griega, la romana y la cristiana, e invita a recorrer 4.000 años de historia evitando caer en lo que llama ‘civilisational thinking’, porque el motor del avance en cualquier época se ha hallado sobre todo en el contacto entre culturas, más que en los desarrollos de los supuestos centros civilizatorios. Por su parte, Peter Heather, doctorado en Filosofía por Oxford y profesor de Historia de la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media en el King’s College londinense, emplea 700 páginas para cubrir el ascenso del cristianismo en los 1.000 años que se extienden del 300 al 1300, y argumenta que el triunfo de esta religión no se debió tanto a su difusión popular como a su imposición política, porque desde Constantino la iniciativa estuvo siempre en manos de gobernantes laicos, emperadores o potentados locales, creándose así el vínculo entre la Iglesia y el poder estatal que está en el origen de la Europa Occidental. Al cabo, si la Antigüedad clásica es una ficción y la cultura cristiana una imposición, los pilares históricos de Occidente se resquebrajan y sus virtudes de racionalidad, justicia e innovación se desvanecen.
How the World Made the West responde fielmente a su título, porque la historiadora explica persuasivamente de qué forma un centón de culturas diferentes, en permanente flujo de hibridación mutua, construyeron lo que hemos convenido en llamar Occidente. Quinn, autora de una obra importante sobre el Mediterráneo púnico y especialista en los fenicios, subraya cómo estos, junto a egipcios, sumerios y asirios, contribuyeron a crear la cultura de la Grecia antigua, que así se contempla más como un fenómeno de transmisión que de alumbramiento original de ideas o de formas. Las fuentes literarias que emplea son inevitablemente grecolatinas, pero la narración se apoya también en hallazgos arqueológicos y en investigación ambiental en asuntos como el cambio climático o las epidemias, y el resultado es una historia global de ambición similar a la de Peter Frankopan reseñada en Arquitectura Viva 254 o a la de los ensayos sobre big history compendiados en el número 219 de esta misma revista: una historia de la fertilización cruzada entre las culturas que es también una crítica cáustica de la construcción intelectual de un Occidente asociado a la percepción mítica de Grecia y Roma.
Christendom: The Triumph of a Religion es un monumental volumen que relata la consolidación del cristianismo en el milenio que se extiende desde la conversión de Constantino en 312 hasta el bautismo del gran duque Mindaugas de Lituania, el último gobernante pagano de Europa, alrededor de 1250. Heather, que ya había documentado los nexos entre la Europa mediterránea y la nórdica en un libro anterior sobre la caída del Imperio romano —donde se desmonta la tesis de la infiltración pacífica de los bárbaros—, contempla aquí los avatares de las élites romanas alimentadas por el vínculo de la cultura clásica frente a las sociedades góticas que crearon lazos como la ‘ruta del ámbar’ entre el Báltico y el Adriático. Con ayuda de la dendrocronología, el británico documenta los asentamientos creados por el auge de los reinos cristianos en Bohemia y Polonia para narrar la historia de un triunfo religioso que es en efecto la historia de una imposición política y militar, y que a partir del siglo XIII daría lugar a la Iglesia del papado, las catedrales y las cruzadas, sustituyendo la extrema diversidad de los diez siglos anteriores. El mito de Occidente se comenzó a inventar entonces, y hoy volvemos a visitarlo en su probable crepúsculo.