Tres académicos españoles defienden la razón, la libertad y la ciencia con ambiciosas obras en varios volúmenes, y un filósofo alemán culmina una trilogía sobre el pensamiento del siglo XX atisbando el comienzo de una nueva Ilustración. El filólogo Darío Villanueva, miembro de la Real Academia Española, que dirigió entre 2014 y 2018, remata con El atropello a la Razón una vibrante defensa de los valores de la Ilustración frente a la corrección política, el negacionismo científico o las imposturas intelectuales; un argumento que comenzó a gestar en un opúsculo de 2019, Corrección política, lengua y posverdad, y materializó en los dos volúmenes que anteceden a este, Morderse la lengua en 2021 y Poderes de la palabra en 2023. El historiador de las ideas Benigno Pendás, que actualmente preside la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, prosigue su colosal Biografía de la libertad, que se inició con un tomo dedicado al Renacimiento, con una segunda entrega, Barroco: el gran libro del mundo, y anuncia una tercera consagrada a la Ilustración, para seguir avanzando en una obra que alcanzará los seis volúmenes. El historiador de la filosofía Wolfram Eilenberger culmina su narración sobre los avatares de las ideas durante el pasado siglo con Espíritus del presente, una exploración del panorama intelectual entre 1948 y 1984 que se añade a Tiempo de magos. La gran década de la filosofía 1919-1929 y a El fuego de la libertad. El refugio de la filosofía en tiempos sombríos 1933-1943, libros estos reseñados en Arquitectura Viva 224 y 245; y el físico, historiador de la ciencia y miembro de la Real Academia Española José Manuel Sánchez Ron publica el segundo volumen de su monumental Historia de la física cuántica, que con el primero aparecido en abril y el tercero previsto para noviembre celebra el Año Internacional de la Ciencia y Tecnología Cuánticas, declarado por la ONU para homenajear lo que el autor denomina «uno de los grandes monumentos de la historia de la humanidad».
La obra de Villanueva recorre, con erudición y agilidad periodística, las vicisitudes de una razón asediada, ya desde los tiempos de la Ilustración, y a través de Nietzsche y Heidegger hasta Foucault, Derrida y la posmodernidad. Defendiendo con elocuencia la herencia kantiana, polemiza con los representantes de la ‘French Theory’ y extiende su crítica al nihilismo epistemológico y el relativismo científico de Kuhn y Feyerabend, el pensamiento débil de Vattimo o las tesis sobre el género de Judith Butler o Paul B. Preciado. En su elogio de la ciencia menciona a los lingüistas Wilhelm von Humboldt y Ferdinand de Saussure, pero también a los físicos Max Planck y Albert Einstein, al que cita en defensa de la libertad académica, entendida como «el derecho a buscar la verdad». La cultura de la queja, el multiculturalismo o el poshumanismo son objeto de análisis demoledores, que se apoyan tanto en la copiosa bibliografía (presentada como ‘Algunos de los libros leídos’) como en las numerosas referencias a noticias de prensa, en sintonía con la voluntad del autor de huir de la nómina ‘apocalíptica’ de Umberto Eco para declararse ‘integrado’ en su aprecio por la cultura de masas. El libro, que se extiende hasta los riesgos que la posverdad de Trump o Putin supone para el futuro de la democracia, se cierra evocando la conferencia de Edmund Husserl en 1935, que advirtió sobre la decadencia de Europa al perder el sentido racional de la vida, y juzgaba que su renacimiento debía darse desde el espíritu de la filosofía «mediante el heroísmo de la razón».
El libro de Pendás, tan impresionista y sabio como el que exploró el pensamiento renacentista, aborda el Barroco trenzando los conceptos histórico-políticos con los grandes protagonistas culturales, de Cervantes y Shakespeare hasta Velázquez o Bach, y se enfrenta con elegancia a la mala fama del período «ante la opinión democrática del siglo xxi», que ilustra con más de medio centenar de adjetivos peyorativos. Destaca sin embargo el papel de Heinrich Wölfflin en el rescate estético del Barroco, aunque juzga su aportación menos determinante que la de su maestro Jacob Burckhardt, ‘inventor’ del Renacimiento e inevitable hilo conductor del anterior volumen del autor. Se presta también atención detallada a Baltasar Gracián, al que se propone recuperar como pensador político, y se resume con Calderón, Góngora y Quevedo la gran cultura del Barroco español, evidentemente asociado a la Contrarreforma. Pero no se juzgan arquetipos del período ni Velázquez ni Cervantes, pese a ser ambos objeto de sendos capítulos, como genios incardinados en la libertad. El Grand Siècle francés, el laboratorio de teoría política inglesa y la Roma de Bernini, Borromini y Caravaggio son teselas de un gran mosaico donde la economía mercantilista y la ciencia de Newton, Galileo o Kepler —«producto de la libertad» y decisiva para «el triunfo de la razón»— se reúnen en el Estado como forma política de la Modernidad, y el volumen se detiene en el umbral del Siglo de las Luces, un hito singular en la perpetua búsqueda de la libertad bajo el imperio de la ley, «única forma digna de la vida genuinamente humana».
El volumen de Eilenberger, tan ameno y lúcido como los dos anteriores, vuelve a usar a cuatro figuras para enredar sus biografías y sus ideas con las vicisitudes históricas que debieron atravesar, componiendo en todos los casos un rico tapiz de urdimbre filosófica y trama política. En este caso son Theodor W. Adorno, Susan Sontag, Michel Foucault y Paul K. Feyerabend los protagonistas de un relato que lleva por subtítulo ‘Los últimos años de la filosofía y el comienzo de una nueva Ilustración’, y que desde Fráncfort a Berkeley, pasando por París, Viena, Oxford, Harvard o Hanói, atraviesa las ruinas físicas e intelectuales de la posguerra, la revolución sexual o el levantamiento político de mayo del 68 para alumbrar una nueva etapa del pensamiento, que no es ajena al impacto epistemológico de la ciencia, a través de las aportaciones de Einstein, Bohr, Heisenberg o Marie Curie. La estética de Adorno, el tránsito del paradigma de Kuhn al epistema de Foucault, o la defensa del mito frente al logos por Feyerabend se unen a la influyente militancia intelectual y política de Sontag para componer un fresco donde esos cuatro ‘espíritus del presente’ se proponen como «encarnaciones ejemplares de una vida acorde con la Ilustración», pese a que hoy, de forma irónica, se consideren «ejemplos paradigmáticos de una despedida de la Ilustración en el sentido de Kant». Pero el filósofo de Königsberg definió la Ilustración como «la salida de una minoría de edad autoculpable» y esa madurez ilustrada que defiende la libertad y la razón es el marco en el que se gesta la búsqueda de la verdad por parte de la ciencia.
Y la trilogía de Sánchez Ron, que es quizá la obra más importante de su prolífica carrera —solo en los últimos años ha publicado El país de los sueños perdidos sobre la ciencia en España, la historia epistolar Querido Isaac, querido Albert y una recopilación esencial de la literatura científica, El canon oculto, reseñados en Arquitectura Viva 234, 253 y 257— describe la colosal aventura física y filosófica de la mecánica cuántica, una empresa colectiva en la que intervinieron muchas de las mentes más potentes y lúcidas del siglo XX. El segundo volumen aborda el capítulo central de esta epopeya del pensamiento, entre la primera formulación de la mecánica cuántica por Werner Heisenberg en 1925 —una gesta en la que también intervinieron Erwin Schrödinger, Paul Dirac y Niels Bohr, y cuyo centenario celebramos hoy— y la publicación en 1935 de dos artículos, el de Einstein, Podolsky y Rosen argumentando que la mecánica cuántica no podía ser una teoría completa, y el de Schrödinger presentando la paradoja del gato vivo y muerto en su mítico experimento mental, que abrieron la puerta a la superposición de estados y el contraintuitivo entrelazamiento de partículas. Es un relato apasionante que enreda las biografías de sus protagonistas con sus deslumbrantes logros intelectuales, y en el que la Europa convulsa de esa hora introdujo también heridas y fracturas, como en los famosos congresos Solvay o en el episodio ominoso de la Deutsche Physik, que rechazaba ‘teorías judías’ como por esos años la ciencia proletaria de Lysenko rechazaba la ‘genética burguesa’. Pero en ambos casos la busqueda de la verdad por medio de la libertad y la ciencia acabó imponiéndose, como reclaman estas cuatro obras en su profusión fértil de volúmenes.