En primer lugar, hay que aplaudir la publicación de Forma y ciudad y agradecer a su autora, María José Rodríguez-Tarduchy, el esfuerzo y dedicación que ha supuesto su redacción. Esfuerzo y dedicación unidos a una voluntaria humildad, que no pobreza intelectual, ya que se trata de un texto escolar, sin pretensiones de gran discurso teórico generalista. Es, en su contenido y forma, un libro escrito por una arquitecta con una larga dedicación a la enseñanza del urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en el que decanta su experiencia académica y que está dirigido tanto a profesores como a alumnos. Es un manual, en el mejor y más amplio sentido de la palabra que, por un lado, está pegado a la estructura legal-administrativa y a las figuras de planeamiento de nuestro país y, por otro, supera este pragmático realismo introduciendo y encuadrando cada capítulo con una reflexión teórica y crítica del estado de la disciplina en España, así como de las corrientes culturales más amplias que interpretan los procesos de desarrollo urbano en la actualidad.
Reflexión y encuadre a los que se suman las valoraciones de la autora, especialmente referidas a los desarrollos urbanos más recientes en España y muy especialmente en Madrid (ensanches, PAU, parques empresariales, etcétera). Estas aportaciones teóricas con lo que la autora denomina ‘pretextos’ constituyen, sin duda, la parte más novedosa en un libro de este carácter, que supera la condición de simple manual añadiendo una incitación al debate entre los profesionales del planeamiento urbano.
El subtítulo del libro, En los límites de la arquitectura y el urbanismo, sintetiza e insinúa la preocupación cultural de la autora: cómo superar la ruptura entre plan y proyecto. Para ello apuesta, en un enfoque morfologista, por la inclusión como contenido de los planes urbanísticos (especialmente en los de escala media y de desarrollo) de determinaciones tridimensionales, volumétricas, arquitectónicas, que permitan adelantar una visualización de la calidad del desarrollo urbano propuesto y su coherencia con el entorno edificado o natural en el que se inserta. Por otro lado reclama a los arquitectos formalistas la renuncia al exhibicionismo de bellos hitos aislados para integrar los edificios en un contexto urbano más amplio, como piezas que vienen a completar y mejorar el espacio edificado.
Toda esta reflexión crítica sobre la cultura del urbanismo que propone la autora huye de un generalismo diletante para anclarse en los ejemplos más valiosos que pueden encontrarse en la historia del desarrollo urbano moderno y, al mismo tiempo, referirse a ejemplos concretos de las últimas décadas en nuestro país y, por tanto, fáciles de visitar, analizar y valorar por los propios alumnos, acompañados o no por los profesores. Este apego a la realidad más inmediata, que se mantiene a lo largo del libro, establece un nexo entre el aula y el terreno.
Merece destacarse la selección de imágenes (planos, fotos, esquemas) que acompañan la edición, no como simples adornos o para aligerar el peso de una lectura larga y concentrada, sino como parte del propio texto usando, como señala la autora, aquel lenguaje más propio de los arquitectos, el de la imagen.
La publicación de un libro, el sudor vertido en su elaboración y su consolidación desde la pluma a la imprenta, merecen el aplauso con que se iniciaba esta reseña. Más aún en casos como Forma y ciudad, en el que se unen un afán docente con una reflexión teórica sobre la ciudad y las formas e instrumentos que permiten entenderla y proyectarla.