El enigma Loos lo es hoy menos. Una nueva generación de historiadores está arrojando luz sobre los rincones más oscuros de un arquitecto que hace medio siglo fue descrito famosamente por Nikolaus Pevsner como ‘un misterio’. La reimpresión y traducción al inglés de los dos míticos fascículos publicados por Loos en 1903 —editados por Beatriz Colomina, que redacta una excelente introducción— permiten conocer de primera mano las opiniones caleidoscópicas del crítico cultural sobre la vida cotidiana en la Viena de su tiempo, cuyas modas y modales censura con ánimo reformador y lenguaje coloquial. Por su parte, el hallazgo de las actas del juicio por pedofilia de Loos en 1928 ha permitido a Christopher Long completar su minuciosa investigación de este episodio ominoso, hasta ahora reducido a menciones marginales en la copiosa bibliografía sobre el diseñador y teórico de la primera modernidad.
La fortuna crítica de Loos ha sido desde luego variable. Celebrado y aborrecido en la Viena de los albores del siglo, la biografía de su alumno y colaborador Heinrich Kulka se publicó allí en 1931, pero tras la muerte del arquitecto dos años más tarde se extiende un velo de silencio que sólo comenzó a disiparse con la aparición en italiano en 1956 de una monografía de su albacea documental Ludwig Münz y el influyente número de Casabella en 1959 que Ernesto N. Rogers encargó al joven Aldo Rossi. El renovado interés por Loos vendría así a asociarse a la Tendenza, y en los años 1980 un alud de artículos y libros sobre el arquitecto entraría en resonancia con la popularidad de la Viena de 1900, celebrada en multitud de exposiciones. Sus textos serían también reproducidos con profusión, y en 1972 Joseph Rykwert introducía sus ensayos juzgando a Loos como el más importante teórico de la modernidad junto a Le Corbusier, un emparejamiento que Stanislaus von Moos exploraría en 1987 —el Raumplan y la planta libre se estudiarían también por entonces como rupturas alternativas—, y la misma Colomina en la tesis doctoral que publicaría en 1996. En esa década aparecerían dos monografías (la de Panayotis Tournikiotis en 1991 y la de Kurt Lustenberger en 1995) donde se examina ya con detalle la ‘ambigua posteridad’ de Loos, una ambigüedad que llega hasta hoy.
El facsímil de Das Andere y las actas del juicio no despejan todas las incógnitas, pero ayudan a entender la personalidad poliédrica de Loos. La introducción de Colomina se abre con un interrogante sobre la ausencia del arte y la arquitectura en los fascículos y con una enumeración de los variopintos asuntos tratados por el arquitecto en esos dos suplementos de 14 páginas cada uno. Entre ellos, y junto a la moda, el mobiliario o la peluquería, figuran el sexo, la masturbación, la moralidad pública, la sífilis, la pornografía y las prostitutas, temas sobre los que vierte opiniones contundentes. Un cuarto de siglo más tarde, dos niñas de entre 8 y 10 años (a las que se añadió después una tercera) acusaron a Loos de actos indecentes mientras las dibujaba desnudas después de bañarlas, y el escándalo sensacionalista hizo del juicio una cause célèbre que enfrentó a las ya muy polarizadas fuerzas políticas y culturales de la Viena de entreguerras. El arquitecto quedó finalmente en libertad tras ser absuelto, pese a la rotunda evidencia, de los delitos mayores, y condenado sólo por haber inducido a las niñas a posar desnudas mostrando los genitales de forma obscena.
Algunos han buscado claves interpretativas de este episodio en sus íntimos amigos Karl Kraus y Peter Altenberg, este también inclinado hacia el sexo con menores, lo mismo que su cliente para Villa Karma Theodor Beer, enjuiciado por sodomía con chicos adolescentes, y cuyas fotografías pornográficas Loos ocultó durante quince años. Otros imaginaron que los contactos eróticos se habían producido en el sensual dormitorio que diseñó para su primera esposa Lina —publicado por cierto en Kunst, la revista editada por Altenberg, de la que Das Andere era suplemento—, pero la habitación había sido modificada el año anterior a las visitas de las niñas. Loos se casó cuatro veces con mujeres muy jóvenes (una actriz, dos bailarinas y la hija de un cliente), y con excepción de la que falleció prematuramente por tuberculosis, las tres restantes publicaron sus memorias, así que quizá es en ellas donde cabe buscar nueva luz para tanta sombra.