Aunque por entonces se consideraba un aficionado, Julius Shulman se hizo célebre gracias a una magnífica fotografía de la ‘Casa modelo nº 22’, construida en 1959 por Pierre Koenig en las laderas de Hollywood. En ella, dos jovencitas con vaporosos vestidos blancos conversan en una habitación totalmente acristalada que parece flotar en el vacío, mientras al fondo se extiende la infinita alfombra luminosa de Los Ángeles (véanse AV 32, p. 15 y Arquitectura Viva 11, p. 53).
Una composición parecida se aplicó a la casa ‘Cúpula’ (a la derecha), construida en 1960 por Bernard Judge e inequívocamente inspirada en las estructuras geodésicas de Fuller.
A sus 88 años de edad y 62 de profesión, Shulman relata en este libro (el tercero de su vida tras Photographing Architecture and Interiors, 1962, y The Photography of Architecture and Design, 1977) muchas anécdotas de su trabajo con los arquitectos. Presume de haber tenido siempre muy buenas relaciones con ellos. Algo especial debía de ser su carácter, sin duda, para seducir a personajes tan difíciles como Wright o Neutra.
Pero Shulman se atreve también a teorizar sobre la misión de la fotografía en el proceso de conocimiento de la arquitectura. Así, en las primeras páginas enuncia los tres procesos que su técnica aplica a la imagen de los edificios: ‘traducir’, ‘transformar’ y ‘transfigurar’. Con ellos consigue lo más importante: ‘trascender’, ir más allá de la simple representación realista de un objeto arquitectónico.
Esto causa algunos problemas cuando se lleva hasta sus últimas consecuencias. Por ejemplo, usando película infrarroja se elimina la bruma y se realzan los contrastes (véanse los ejemplos de la página 23), pero la vegetación se vuelve de un blanco inmaculadamente irreal. Sin embargo, en la obra de Shulman, las fotos realizadas de ese modo son las que más espectaculares resultan.