Robert Capa dijo en una ocasión: «si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente».
Los grandes retratistas del siglo XX, cronistas de sociedad, reporteros de guerra, fotógrafos de moda o cineastas, han usado el plano medio y el primer plano en contraposición al plano general para mostrar una realidad que de esta manera se hacía explícitamente verificable. Doisneau, Avedon, el mismo Capa, pero también Von Stenberg, Eisenstein y obviamente Griffith, han educado durante más de un siglo nuestra mirada para adaptarla a ese juego de planos que acercándonos al objeto nos permiten entender el conjunto. Nuestra época se explica irrefutablemente mediante primeros planos: un hombre y una mujer besándose entre la multitud, un anciano de pelo encrespado sacando la lengua, un barbudo con boina de guerrillero o un clavel en la boca de un fusil. Sentimos esas imágenes como iconos, pues iconos son de nuestra percepción, hasta el extremo de convertir su abstracción en nuestro lenguaje.
Pero cualquier intento de reduccionismo de un siglo tan complejo como el siglo XX está sin duda abocado al fracaso. Hay otra mirada que recorre nuestra época buscando lecturas no específicas sino genéricas. La encontramos en los 1930 en el Le Corbusier que sobrevuela las grandes capitales del mundo dejando testimonio de su geografía, pero también en el Land Art y en el Hockney de los collages fotográficos. Ese otro punto de vista, más complejo, como complejo se ha ido haciendo este cambio de siglo, nos ha servido para entender sucesos como Tiananmen, el 11-S o la guerra de Irak.
Esa es la mirada del fotógrafo Alex MacLean. Una mirada que no se dirige a la realidad sino over la realidad. Una mirada que no es genérica, pero que va más allá de lo específico, intentando desde el aire captar la complejidad de esa realidad. Su cámara busca mostrarnos fragmentos contrapuestos para hacernos ver la contradicción en la que vivimos. Ante sus fotos, a veces sonreímos y otras nos aterramos, incrédulos pero resignados al saber que MacLean, fotógrafo y piloto, viéndonos desde el aire, se nos ha acercado tanto que, finalmente, hemos sido descubiertos.