Empecemos por lo obvio: Norman Foster es un gran arquitecto, uno de los más eminentes de los últimos 35 años; y Deyan Sudjic es un magnífico narrador, uno de los críticos más lúcidos de Europa. Así que el interés de este libro es indudable.
La cuestión radica entonces en la aportación de esta ‘biografía autorizada’ al conocimiento que hasta ahora se tenía de la trayectoria personal y profesional de Foster. Y la respuesta sería que, para quienes hayan seguido regularmente las vicisitudes de la arquitectura de Foster y sus publicaciones, este libro no desvela muchas novedades. Naturalmente, para los estudiantes o arquitectos recién titulados, esta biografía puede ser un estímulo para emular a un luchador ejemplar.
Esta biografía parece ser un eslabón de una cadena que muestra cierta voluntad, por parte de Foster, de hacer un balance de su vida y su obra una vez cumplidos los setenta años y tras superar un ataque al corazón y un cáncer de colon. Otros eslabones serían las dos espléndidas exposiciones organizadas en colaboración con esta revista y su director, Luis Fernández-Galiano, en las que Foster rindió homenaje a dos grandes creadores que influyeron en su obra: Buckminster Fuller y Jean Prouvé (véanse Arquitectura Viva 131 y 138). Y otro eslabón sería el documental ¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster?, proyectado como largometraje en 2010 y recientemente publicado como dvd, en el que también se hace un balance de la trayectoria vital de Foster. Sudjic redactó los textos para ese documental (y luego incluso los leyó como narrador), y es de suponer que ese trabajo fue la base para redactar este libro.
Pero su relación viene de antes. Cuando se fundó la revista Blueprint, dirigida por Sudjic, Foster fue uno de los que contribuyeron a financiarla. Y cuando en 1985 el príncipe Carlos de Inglaterra inició su cruzada contra la arquitectura ‘moderna’, Sudjic (con Peter Murray) organizó una exposición en la Royal Academy dedicada a los tres mejores arquitectos británicos del momento: Foster, Rogers y Stirling. Del catálogo de esa exposición surgió un libro en el que Sudjic analizaba sistemáticamente la obra de Foster (New directions in British architecture: Foster, Rogers, Stirling, 1986).
De la vida personal de Foster siempre se ha sabido poco, porque el arquitecto ha procurado mantener ese ámbito lejos de la prensa. Los breves relatos biográficos se ampliaron algo cuando inició la publicación de su ópera omnia en 1989 —momento en que perdió a su socia y primera esposa, Wendy—, sobre todo con el volumen 1 (1991), dedicado a su primer periodo. Aparte de su origen más bien humilde y su férrea voluntad por prosperar aprovechando sus dotes para el dibujo, la parte más conocida de sus estudios es la estancia en Yale en 1961-1962, donde coincidió con Rogers como compañero y con Stirling como profesor. Ya conocíamos esta etapa por las biografías de ambos (Brian Appleyard, Richard Rogers: a biography, 1986; y Mark Girouard, Big Jim: the life and work of James Stirling, 1998), pero aquí Sudjic lo cuenta todo con mucho más detalle, en especial la difícil relación con Paul Rudolph.
De su vida familiar tampoco se dan muchos más detalles. Por ejemplo, los hijos de su primer matrimonio (biológicos y adoptados) sólo se mencionan de pasada; a su segunda esposa se le dedica línea y media; y a la tercera, la española Elena Ochoa, se la presenta con mucha discreción, aunque al menos hay una foto.
En cuanto a la carrera profesional, Sudjic no puede ocultar su buen oficio como crítico de arquitectura contemporánea (algo que no eran Appleyard ni Girouard) y se explaya con las explicaciones de las obras de Foster. En algunos casos, las explicaciones alcanzan tal nivel de detalle que se echa en falta más documentación gráfica. En este aspecto, en la edición no se ha seguido la célebre norma de Gombrich: si lo describes, ilústralo.
Foster ha contado casi siempre con la aprobación de la crítica (y del público). Pero en su carrera reciente ha habido algunos episodios polémicos que Sudjic resuelve con elegancia. El primero fue la reconstrucción del Reichstag en Berlín y el enfrentamiento con Santiago Calatrava. Visto desde fuera, los hechos podrían resumirse así: los alemanes, con su presidente Helmut Kohl a la cabeza, premiaron a Foster en el concurso; pero lo que querían era una cúpula que volviese a coronar su parlamento; y el que había propuesto rehacer la cúpula (en acero y vidrio, eso sí) era Calatrava; así que convencieron a Foster de que hiciese una cúpula; y como Foster es un magnífico arquitecto, dio satisfacción a sus clientes y resolvió magistralmente esa cúpula que no había propuesto. Naturalmente, Sudjic no lo relata así.
La segunda polémica fue el controvertido balanceo de la pasarela del Milenio en Londres, que cruza el Támesis a eje con la cúpula de San Pablo y llega hasta la Tate Modern en la otra orilla. En este caso, Sudjic reconoce que las primeras declaraciones de Foster fueron muy desafortunadas, ya que parecía eludir su responsabilidad como proyectista y trasladarla al diseño estructural de los ingenieros, nada menos que Ove Arup. Foster rectificó, la estructura se reforzó y la pasarela es hoy una de las atracciones de la ciudad.
Aunque Sudjic es bastante fiable, la lengua árabe le ha jugado una mala pasada, pues tras describir el proyecto de la Torre del Milenio en Tokio, con sus 800 metros de alto, afirma que esta altura ya ha quedado superada por el rascacielos Burj el Arab, que sólo tiene 321. Sudjic se refiere en realidad al Burj Dubai (luego rebautizado Burj Khalifa), que efectivamente alcanza los 828 metros.
Pero seguramente lo más dudoso de esta biografía sea la parte final, donde hay una descripción detallada de la transformación del estudio de Foster en una empresa multinacional, algo verdaderamente aburrido en comparación con otro hilo argumental que recorre buena parte de esta biografía: la pasión de Foster por el vuelo (planeadores, helicópteros o reactores), en la que ha demostrado ser tan buen piloto como en su profesión ha demostrado ser un gran arquitecto.
Posdata. La traducción de la edición española es manifiestamente mejorable, así que tal vez algunos lectores prefieran consultar la versión original en inglés.