«Reconozco en ellos el trazo enérgico de Donato, así como el deseo, nunca satisfecho por completo, de perfilar la forma arquitectónica en todos sus matices y describirla en todos sus detalles.» El que escribe es Carlos Martí, y lo hace a la vista de los dibujos realizados por Emilio Donato entre 1976 y 1998, reunidos en un volumen donde unas pocas fotografías —de maquetas y de obras— palidecen ante la expresividad de lo producido por un ojo entrenado y una mano de pulso firme.
Donato es un arquitecto de los de siempre; sabe dibujar y dibuja incesantemente: lo que ve, apuntes de viaje, y lo que piensa, proyectos que espera materializar. En conversación con Willy Müller y Armando Oyárzun (a modo de prólogo como los textos de Stéphane Gruet y el propio Martí), el entrevistado dice que uno de los momentos gozosos de su trabajo es el croquis inicial. Pero a ese instante de éxtasis le sigue otro de angustia autocrítica, porque la finalidad última de ese primer esbozo es construir. Aunque su título parezca sugerirlo, éste no es sólo un libro de dibujos; trata de una manera de entender la arquitectura que antes compartían muchos y ahora es cada vez más patrimonio de unos pocos.