A pesar de las espléndidas fotografías, las tapas duras, el formato más bien grande y el título sólo aparentemente ambiguo, nada más lejos de la intención de este libro que servir de decoración bajo la mesita del café. La historiadora de jardines Jane Brown sigue el rastro del ‘niño perdido’ del Movimiento Moderno: ¿qué fue de la aplicación a los jardines de las premisas de ruptura y sinceridad que se definieron desde la Bauhaus? Los pioneros sembraron sus ideas en jardines que florecieron durante su exilio británico; posteriormente, personajes e ideas viajaron a Estados Unidos, donde los jardines se enriquecieron con las influencias cálidas y japonesas de la Costa Oeste; para volver a Europa en los años sesenta y decaer abrumados por el Posmodernismo.
Alternando el relato histórico con estudios analíticos de jardines canónicos —como el de la Villa Noailles de Guevrekian, el de Gropius en su casa de Massachusetts o el del College St. Catherine en Oxford, de Jacobsen—, la investigación nos presenta a los jardineros más influyentes de uno y otro lado del Atlántico: de aquél, Garret Eckbo, Thomas Church, Burle Marx y Luis Barragán; de éste, los ingleses John Nash y Russel Page, la holandesa Mien Ruys, el italiano Pietro Porcinai y el alemán Ludwig Gerns. Se incluye además un interesante capítulo sobre el uso de determinadas plantas como ‘materiales de construcción’ característicos del jardín moderno.