
Miguel de Oriol e Ybarra. Foto: Fundación Fernando Higueras
En todas las facetas de su vida, Miguel de Oriol persiguió el cielo: recortarlo contra sus edificios, escudriñarlo en su pasión por la ornitología y ganarlo con su profunda fe. Como arquitecto, el recientemente fallecido fue padre de una obra abundante en formas y tipos, donde la construcción emblemática, como la torre Europa o la Escuela de Música Reina Sofía, se complementó con incursiones en la vivienda, el urbanismo y el patrimonio. Como ambientalista, vocación que fue relegando su afición venatoria, denunció muchos desmanes paisajísticos y promovió la regeneración de fincas. Y como hombre de firmes creencias, amén de diseñar iglesias o el pabellón vaticano de la Expo 92, supo imprimir en el ABC, en la Academia de Bellas Artes y en cualquier otro de sus compromisos culturales su personalidad atípica y lúcida.
El Debate: Un arquitecto creador, un humanista visionario