Más allá del campo

Reinventar la agricultura

Más allá del campo

Reinventar la agricultura

22/04/2022


Andreas Gursky, Fukuyama, 2004

La cultura fue primero agricultura. La sociedad, la política y la economía fueron el resultado del dominio de las técnicas de siembra y recolección y del dominio paralelo de la cría de animales, dos destrezas que exigieron miles de años para estar maduras pero que, una vez consolidadas, hicieron florecer las ciudades y, con ellas, una arquitectura socialmente compleja y capaz de representar ideologías y poderes.

Considerada desde este punto de vista, la tendencia humana a construir no deja de ser un epifenómeno de otra vocación más amplia: la de dominar la naturaleza domesticando —es decir, llevándose ‘a casa’— sus ritmos y productos. En origen, las casas —igual que las ciudades— no fueron solo espacios para la protección de los individuos y la escenificación del dominio político y social; fueron asimismo espacios productivos. Ninguna casa que se preciara de serlo renunciaba a tener huerta y establos, de la misma manera en que las ciudades —por muy amuralladas que estuviesen— no dejaban de destinar una buena parte de su superficie a la agricultura y la ganadería. De hecho, la relación entre habitación y producción fue siempre tan estrecha que hubo que esperar al siglo XX —y no en todos los contextos— para que las funciones agrícolas y ganaderas pasaran a ‘especializarse’, es decir: a segregarse de la ciudad para convertirse en patrimonio exclusivo de eso que llamamos ‘el campo’.

Pero la crisis medioambiental — emisiones por desplazamientos y contaminación por macrogranjas—, productiva —importaciones masivas— y energética —dependencia de países poco fiables— está modificacando esta estructura. No solo porque el campo esté comenzando a ser esa realidad sublime y poshumanista radiografiada por Koolhaas en ‘Countryside’. También porque, al mismo tiempo que el campo se urbaniza merced a la importación de las nuevas tecnologías, la ciudad va recuperando su perdida condición productiva, tal y como han puesto de manifiesto exposiciones como ‘La ciudad del futuro: de la huerta a la mesa’, que pudo visitarse hasta hace unos meses en Madrid.

Arquitectura Viva quiere dar cuenta de esta realidad compleja y cambiante mediante una selección de cuatro proyectos que cuestionan los tópicos asociados a la producción rural e introducen, de maneras diversas, la agricultura y la ganadería en la ciudad. En primer lugar, una granja flotante varada en el puerto de Róterdam, diseñada por Goldsmith. Después, una instalación en el Quebec que interpreta en clave humanista el modelo tradicional de la estabulación vacuna, por La Shed Architecture. También un centro de investigación en Roselare que actualiza la técnica y estética de los invernaderos, proyectado por Van Bergen Kolpa y META. Finalmente, otro centro de investigación agrícola —esta vez en Esmirna y a cargo de Mert Uslu Architecture— cuya sección evoca funcional y simbólicamente la idea de la casa primigenia.

Christoph Morlinghaus, Emsflower, 2017 


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