La pandemia ha influido en todos los aspectos de la vida: en la economía, en la percepción de lo que es imprescindible y lo que no y, por supuesto, en hábitos y rutinas. Y todo ello ha tenido un reflejo inevitable en el mercado inmobiliario mucho más allá del ajuste de precios experimentado en los últimos meses.
Vender un piso en Madrid o en cualquier otra gran ciudad está supeditado a unas circunstancias que nada tienen que ver con las de hace poco más de un año. El confinamiento y el teletrabajo han cambiado las preferencias en lo que a localización y tipología de vivienda se refiere.
Viejas tendencias, nuevas preferencias
El coronavirus ha tenido un efecto importante en la percepción de la vivienda. Ahora los compradores buscan casas, más que nunca, para vivir. Casas más grandes, con estancias amplias, con mucha luz y ventilación natural. Viviendas, además, conectadas con espacios exteriores.
Lo paradójico es que no es nada nuevo. Estas características fueron las que dieron forma a muchas viviendas construidas en el primer tercio del pasado siglo. Características que parecieron perderse para siempre con el boom inmobiliario de los 70 y que ahora vuelven con fuerza.
Para conseguir hoy esos pequeños paraísos no importa tanto alejarse de los centros urbanos, de esas mismas áreas que cotizaban al alza antes de la pandemia. Esa es la razón de que hoy en día vender un piso en Barcelona en zonas periféricas que hasta no hace mucho eran segundas opciones para los compradores sea hoy mucho más sencillo. Una situación que se repite en prácticamente cualquier ciudad a lo largo y ancho del país.
Es cierto que esos barrios más cotizados como Chamberí en la capital o Ciutat Vella en Barcelona siguen estando entre los más deseados. Pero también es cierto que en muchos casos su parque de viviendas no puede cumplir con las preferencias de esos compradores de la era postcoronavirus. Y no cumple, a veces por la propia tipología de vivienda y a veces por el precio.
La vivienda del futuro
La calidad de vida se ha convertido en prioridad tras la pandemia. Y el teletrabajo y las nuevas tecnologías también han contribuido en gran medida al cambio de preferencias. Así, la vivienda tipo que se perfila como la vivienda del futuro es una casa de concepto abierto en todos los sentidos. Se busca, además, que tenga terraza o, mejor aún, que sea una vivienda unifamiliar con jardín o en un edificio residencial con zonas comunes.
Se sacrifica el centro de las ciudades a favor de nuevos desarrollos urbanísticos donde primen viviendas más grandes a precios más al alcance del bolsillo, donde abunden las zonas verdes y que cuenten con buenos servicios. Las distancias respecto a los centros urbanos y la localización han pasado a un segundo plano en beneficio de los metros útiles y de espacios al aire libre.
Y, en lo que respecta a nuevas promociones, también hay un cambio de tendencia importante. Ahora más que nunca se ponen en valor aspectos como la accesibilidad y sostenibilidad. Grandes espacios comunes, construcciones pensadas para la convivencia y para un modo de vida más ecológico, que mejoren la eficiencia energética y promuevan el reciclaje han empezado ya a destacar frente a esas otras construcciones menos “humanas” que dan forma a nuestras ciudades actuales.