
El lento proceso de recuperación cultural que se dio en España durante el periodo de posguerra alcanzó a mediados de los años cincuenta un punto de inflexión, coincidente con los inicios de la liberalización económica propiciada por el final de la autarquía.
Desde los años cuarenta, y especialmente en Cataluña, habían ido surgiendo una serie de iniciativas culturales embrionarias, principalmente dentro del campo de las artes plásticas, que habrían de eclosionar durante la década siguiente. Es en este ambiente de tímida apertura y a partir de los encuentros de Josep Maria Sastres, Josep Pratmarsó, Antoni de Moragas y otros arquitectos como se funda el Grupo R, formado en Barcelona el 21 de agosto de 1952, en el estudio de José Antonio Coderch, que habría de ser el primero en abandonarlo. Los miembros fundadores, aparte de los ya mencionados, fueron Joaquim Gilí, Francesc Bassó, Manuel Vallès, Oriol Bohigas y Josep Maria Martorell. Entre los objetivos del grupo, que se declaró continuador de la experiencia del GATCPAC, se encontraba contribuir a la renovación de la arquitectura, situándose claramente en contra de la retórica monumentalista, ampulosa y huera de las instituciones culturales del régimen.
Aunque la experiencia del Grupo R coincide temporalmente con la del Team X y se plantea también una revisión de los principios racionalistas en crisis, al modo de los últimos CIAM, las condiciones particulares de España hacen que sobre sus actividades y, sobre todo, sobre la obra construida de sus miembros, confluyan de forma heterogénea corrientes, actitudes y lenguajes. Así, la imagen global de sus casi diez años de existencia ofrece una gama de referencias que van desde el vernáculo mediterráneo reinterpretado hasta el minimalismo tecnológico miesiano, desde el organicismo aaltiano hasta los aires de neorrealismo venidos de Italia. Es el concepto de vanguardia lo que propicia esta hibridación, que mantiene como rasgo común dentro de la diversidad el afán de experimentación y la fascinación por los nuevos materiales.
Una conjunción tal no podía mantenerse más allá de las circunstancias especiales que la habían creado ni de las respectivas carreras de los miembros del grupo, progresivamente divergentes. El grupo se disolvió en 1960, dejando el terreno abonado para las experiencias que habían de marcar el panorama arquitectónico de los años siguientes.
La monografía de Gili supone desde ahora una referencia imprescindible para conocer este episodio. El texto sitúa el nacimiento y la trayectoria del Grupo R dentro de un as detalladas referencias generales, antes de introducirnos a las obras más destacadas de sus miembros, que ocupan la segunda parte, convenientemente comentadas e ilustradas. La acertada elección de las bellísimas fotografías en blanco y negro de Francesc Catalá-Roca supone otro elemento fundamental en la lectura, que contribuye a acercamos más al ambiente de la época.