Formas simbólicas: el corazón de la ciudad

1992-1999

31/08/1999


Nîmes y Sackler, terminados ambos a principios de los años 90, habían probado que a Foster no se le podía describir reductivamente como un arquitecto de orientación tecnológica especializado en oficinas y fábricas, rascacielos y aeropuertos. En estos contextos históricos mostró que la familiaridad con las grandes luces y las grandes alturas no incapacita para ocuparse del patrimonio arquitectónico y los símbolos colectivos. La confirmación llegaría con el Reichstag, quizá el edificio con mayor carga emocional para los europeos del siglo XX, un proyecto que ocupó al estudio durante la mayor parte de los 90, y que llegaría a ser el más significativo de la década. Foster era por entonces una figura pública popular y admirada, galardonada en numerosos países en un proceso de reconocimiento que culminaría en 1999 con el Premio Pritzker, entregado por cierto en el recién inaugurado Reichstag, y un título nobiliario que le convirtió en Lord Foster of Thames Bank. La discreta sensibilidad mostrada por Foster en el antiguo parlamento alemán, y la aguda conciencia de la gravitas histórica, social y política de su carga simbólica tendría su correlato en los proyectos de reforma y ampliación del British Museum y del Museo del Prado. En Londres y en Madrid, Foster abordó los edificios históricos con el mismo aplomo y respeto que en Berlín, pero enfatizados en ambos casos por el aprecio popular de los museos, que hacía innecesaria la transformación expiatoria ejecutada en Alemania. Sin embargo, estos niveles de cuidado minucioso e innovación creativa eran difíciles de mantener en un estudio de 300 personas con proyectos cada vez más variados y complejos. En 1992, además de Chek Lap Kok y el Reichstag, el despacho ganó concursos de museos en Francia y los Estados Unidos, parques empresariales en Inglaterra y Alemania, y el plan director para la candidatura olímpica de Manchester: 7 importantes proyectos que deben añadirse a otros 24 encargos en tres continentes iniciados en el mismo año. Esta sobrecarga es quizá responsable de los resultados poco convincentes de algunos de los proyectos de nueva edificación realizados durante los 90; los hitos afilados concebidos de 1993 a 1995 carecen de la singularidad formal esperable en obras emblemáticas; y, más importante aún, los proyectos simbólicos preparados para Londres a partir de 1996 adolecen de una calidad preocupantemente desigual. Foster puede ahora cambiar el rostro y el futuro de la ciudad como ningún otro arquitecto desde Nash: el Londres del Milenio será el Londres de Blair, pero también el de Foster... si su atareado estudio está a la altura...[+]


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