Lo deseable es que cada generación se rebele contra sus maestros, pero en Oporto el peso de su influyente escuela imprime un buen saber hacer del que es difícil desprenderse. Sin embargo, para Filipe Magalhães, Ana Luisa Soares, Ahmed Belkhodja y Lera Samovich la formación diversa, la experiencia internacional y sobre todo las obsesiones compartidas han podido más que el mero vínculo físico a la ciudad donde trabajan, y —como diría Harold Bloom— les han permitido superar la angustia de la influencia que la ciudad del Duero ejerce en sus arquitectos. Con la frescura que exigen los bajos presupuestos y la ingenuidad de quien se enfrenta a cada proyecto como si fuese la primera vez, el equipo ha ido tejiendo una heterogénea red de referencias y recursos, cada vez más densa pero siempre guiada por su insistencia en la claridad: una práctica sin raíces pero radical de la que da ahora da cuenta Arquitectura Viva con comentarios de los propios arquitectos. Habla fala.