Es de noche y voy en un taxi, cruzando el desierto de vuelta de Masdar, la ciudad sostenible proyectada por Norman Foster. Nos hemos perdido, y estamos parados en la carretera de la isla de Yas, detrás de Ferrari World, una pista de carreras que es también el mayor parque de atracciones cubierto del mundo. El taxista, un sirio, pregunta a alguien cómo llegar al hotel. Me bajo del coche. El único sonido es el susurro del viento del desierto y, en segundo plano, el canto de las aves zancudas de una albufera cercana. Huele a asfalto. La parte inferior del cielo refulge por las antorchas de los pozos de petróleo. En el horizonte se vislumbra el centro de Abu Dabi como una mancha rectangular.
Al llegar al hotel comprendo por qué nos hemos perdido. No es fácil llegar a un no lugar, o, con mayor precisión, a un edificio donde el sentido de lugar resulta superfluo. Un edificio que se levanta del lugar, que flota sobre él, brillantemente iluminado, aparentemente vacío. Las ventanas de mi habitación no se pueden abrir. Pienso: no es, desde luego, un edificio de Foster. Me siento en la mesa de mi habitación y escribo algunas notas sobre Masdar, Foster, la ‘sostenibilidad’ y la ‘resiliencia’, y me imagino al arquitecto, hablando en detalle de esto, con su suave acento de Mánchester, amable y a la vez preciso. Foster cree que construiremos ciudades más altas, más cercanas, más seguras, más tranquilas, más limpias y más inteligentes. Quiero creerle, pero pienso en África.
La oficina de Foster + Partners, en la orilla sur del Támesis, entre los puentes de Albert y Battersea, resulta a la vez abigarrada y austera. Un hospital escandinavo, pienso al entrar, pero sólo quizá porque vivo en África y me he acostumbrado a la vegetación tropical y al desorden. En cualquier caso, la frialdad de la oficina se compensa con la vitalidad de los arquitectos jóvenes que trabajan allí y se toman sus cafés sobre un mostrador largo y estrecho situado cerca de la entrada. Foster + Partners es un imán para los jóvenes talentosos. Es cierto que trabajan más duro y por menos dinero que en otros estudios de arquitectura, pero, como ocurre con quienes hacen prácticas en los restaurantes con estrellas Michelin, aprenden de los mejores. Foster afirma que su empresa es su mayor logro. Es flexible, joven, y aunque los arquitectos noveles tengan que volar en easyJet mientras que el maestro pilota su propio avión a Londres desde su casa en Suiza, todos comparten el mismo objetivo. En esto, Foster construye lo que predica...[+]