Cuando Hind y Saffa Hamid llegaron al campo de refugiados de Al Jamea’a de Bagdad en 2015, después de haber sido expulsados de su casa por milicianos del Estado Islámico, se alegraron, como nunca, de ver un producto de Ikea. No se trataba de una estantería Billy o una cama Malm, sino del pack de un módulo para refugiados. Ahora, este producto innovador del gigante sueco acaba de ser premiado con el Bezley Design of the Year 2016 por el Museo del Diseño de Londres. «Si la comparas con la que teníamos en las tiendas de campaña, la vida en estos refugios es mil veces mejor», confiesa Saffa, de 34 años, a ACNUR, la oficina para los refugiados de la ONU: «Las tiendas son como un pedazo de ropa y siempre se mueven. Vivíamos sin privacidad alguna. Fue muy difícil.»
La familia, arrastrada de tienda en tienda, había experimentado el calor severo durante el verano y las inundaciones durante la temporada de lluvias en Irak, que provocaban a sus cuatro hijas una diarrea continua. «Cuando llegaban las lluvias, el agua en el campamento alcanzaba un pie de altura», afirma Hind, de 30 años: «Pero este refugio está más protegido. Tenemos una ventana que podemos cerrar y bloquear. Siento que es más seguro y limpio.»
Con años de experiencia a sus espaldas a la hora de diseccionar muebles complejos y compactar sus partes en paquetes lo más pequeños posibles, Ikea ha creado ahora un refugio de 17,5 metros cuadrados que cabe en dos cajas y se puede ensamblar por cuatro personas en sólo cuatro horas, siguiendo el ya conocido manual de instrucciones ilustrado, y sustituyendo la omnipresente llave Allen por un martillo, sin necesidad de más herramientas.
Desarrollado sin fines de lucro y a lo largo de los últimos cinco años por la Fundación Ikea en colaboración con ACNUR, el refugio, denominado Better Shelter, está compuesto por un robusto armazón de acero revestido con paneles de polipropileno con aislamiento térmico, a los que se añade un panel fotovoltaico en el techo capaz de dotar al refugio de cuatro horas de luz eléctrica y carga para el teléfono móvil a través de un puerto USB. Aspectos fundamentales son su firme anclaje al suelo y el hecho de que las paredes sean a prueba de desgarros y cuchilladas, una característica potencialmente salvadora habida cuenta de que estos refugios se encuentran a menudo en enclaves donde la violencia en general y la de género en particular son frecuentes.
Pese al dramático aumento de la cantidad de personas desplazadas en todo el mundo —ACNUR estima que actualmente hay 2,6 millones de refugiados que llevan viviendo en campos más de cinco años, y una parte de ellos lo lleva haciendo incluso durante una generación—, la típica tienda de campaña no ha cambiado mucho. Frías en invierto y sofocantes en verano, las tiendas siguen estando hechas con lona, cuerdas y postes. Por lo general, suelen durar unos seis meses, sufriendo goteras cuando llueve o siendo arrastradas por vientos fuertes.
Un ‘kit’ contra la precariedad
Better Shelter cuesta el doble (1.250 dólares) que la típica tienda de campaña de emergencia, pero a cambio proporciona seguridad, aislamiento térmico y durabilidad, y aguanta en pie al menos tres años. Rebasado este plazo —que es el tiempo que tardan en degradarse los paneles de plástico—, la estructura de acero puede reutilizarse y revestirse de cualquier material local disponible, como el adobe o las planchas de acero corrugado.
Desde que la producción comenzara en junio de 2015, más de 16.000 unidades se han instalado ya en lugares en crisis como Nepal, donde Médicos sin Fronteras los utilizan como clínicas tras el devastador terremoto. Algunos miles se han enviado a Irak, y cientos a Yibuti para dar cobijo a los refugiados que huyen de Yemen.
«Es casi como jugar con Lego», afirma Per Heggenes, presidente de la Fundación Ikea: «Puedes ensamblarlo de diferentes maneras para hacer pequeñas clínicas o escuelas temporales. Una familia podría llevársela consigo, usando el refugio como un marco alrededor del cual podrían ir construyendo con materiales locales.»
El refugio, que ha recibido elogios en todo el mundo, pertenece ya a la colección permanente del MoMA, pero el desarrollo del proyecto no ha sido siempre fácil. En 2015, cuando las autoridades de Zúrich encargaron 62 unidades destinadas a solicitantes de asilo, se encontraron con que no podían usarlos porque existía «riesgo de incendio». «Los refugios nunca fueron diseñados para cumplir la normativa de incendios suiza —declara al respecto Märta Terne, implicada en el proyecto— y tampoco para ser utilizados intramuros, como las autoridades de Zúrich querían. El mundo de la ayuda humanitaria no sigue los mismos estándares de seguridad que los aplicados en Europa a edificios permanentes de hormigón o piedra. Pero sí hay reglas estrictas sobre la distancia que debe dejarse entre un refugio y otro, y en ningún caso se permite cocinar dentro de ellos.»
El Dr. Tom Corsellis, presidente de la ONG Shelter Center, se quedó impresionado después de haber visto el comportamiento in situ de los refugios en Irak y Grecia: «En el mundo de la ayuda humanitaria, la innovación por parte de empresas privadas a menudo está mal vista. Existe la sensación de que quieren colocarnos gadgets y aparatos inútiles. Pero el Better Shelter supone una mejora verdadera, gracias a su flexibilidad, que lo convierte en el único refugio de este tipo que uno puede levantar con sus propias manos. Es lo suficientemente grande para que los niños puedan hacer los deberes dentro y para que los adultos puedan utilizarlo como base para emprender algún negocio. Hace posible una vida sencilla y digna.»
Ikea promete que, pronto, los kits del refugio no tendrán residuos.
Este artículo se publicó por primera vez en el periódico The Guardian.