Gracias a su ya larga experiencia de autor, Daniel Torres asume una enorme tarea: un extensísimo discurso gráfico donde se funden un cómic de historia y una secuencia de pequeñas historias para formar una interminable historieta sobre la casa, en orden cronológico. Chozas, casas, viviendas, se dibujan como protagonistas y escenarios de múltiples formas de vivir, desde el origen del grupo humano hasta su impredecible futuro.
El autor se concede legítimamente licencia para experimentar con mezclas de los recursos del cómic profesional que tan bien conoce. Explota los formatos de viñetas, tiras e ilustraciones, y los del lenguaje escrito en textos, en pies o en bocadillos. La parte inicial, el mundo de la cabaña y la domus, concede más brillo a la ilustración de gran formato, rayados y sombreados clásicos, para dejar aparecer en los capítulos de la modernidad al fascinante Torres de Opium, con su hábil interpretación del cómic norteamericano y de la historieta belga. Un recorrido por el cómic de historia empastado, más francés, y la línea clara en colores; un experimento con el estilo, utilizando la caricatura, el realismo, el retrato y la parodia posibles en el mundo del cómic: todo sucede en este cuento de la casa para jóvenes y adultos.
Con frecuencia predomina en la historieta de Torres el dibujo de arquitecto, de escenografía arquitectónica, vertical y horizontal, sobre el dibujo oblicuo y distorsionado del autor de Cairo. El viñetista no elude la parte que sería más difícil y última, la pregunta por la casa del futuro, así que retoma en la forma del viejo cómic ecopolítico un diálogo que queda en suspenso.
En esta opus magna de Daniel Torres aflora un propósito personal: narrar de forma inédita la evolución de la forma de habitar. Muy personal en cuanto el narrador muestra su interés por la arquitectura y despliega su reconocido arte de dibujante. El autor quiere un discurso dibujado, pedagógico, sociológico y divertido para volver a plantear la cuestión de la casa, y hablar de la cada vez más inevitable necesidad de reinterpretar la vida del hombre en la ciudad. Una larga disquisición, antigua pero muy actual, en términos de cómic pedagógico, como aquella historia de la arquitectura dibujada de Bill Risebero o la maravillosa historia del W.C. de Lawrence Wright que se llamaba Pulcro y decente. Sociológico, como los tratados sobre el habitar de hombres y mujeres de G. Duby o M. Eleb, que nos enseñaron lo que pasaba detrás de los cuadros de género y dentro de los espacios del hôtel particulier del XVIII, dibujados en los exquisitos planos de la Ilustración. Y divertido, como el Rascacielos de D. Macaulay, donde desmontaban el Empire State Building para llevárselo al Golfo.
Una obra que quizá se resume en su portada interior. Torres vuelve a la imagen del haussmaniano edificio de pisos, el que dio pie a ‘13, Rue del Percebe’ de F. Ibáñez, pero esta vez en una versión psicológica a lo Jung: la memoria del hombre es como una casa, con oscuros sótanos olvidados y un techo de cristal.