Construcción ligera: geografía e historia

1981-1985

31/08/1999


En una división convencional de las décadas, si los años 60 fueron sociológicos y los 70 tecnológicos, los 80 trajeron consigo una nueva conciencia de la historia y lo urbano. Este cambio de orientación se expresa de forma transparente en la obra de Foster, que transitó sin solución de continuidad de la preocupación por la democracia laboral en los proyectos de la primera década a los experimentos tecnológicos con pieles y esqueletos en los años 70, y de ahí a las nuevas inquietudes de los 80, momento en el cual el arquitecto se enfrentó por primera vez a la laberíntica complejidad de los tejidos urbanos y a la estratificación minuciosa de los edificios históricos. Foster se había ocupado de centros consolidados en Ipswich y Hong Kong, y había incluso ensayado un proyecto paradigmáticamente urbano en Hammersmith; pero ningún encargo previo había tenido la importancia monumental y ciudadana de la nueva sede de la BBC en la Portland Place de Londres, frente a la iglesia de All Souls de Nash. Aunque por desgracia no llegó a realizarse, este proyecto ocupó una parte importante de los primeros años del estudio en sus nuevas oficinas de Great Portland Street, y significó un punto de inflexión en la carrera de Foster, que allanó el camino para dos obras ejemplares proyectadas también en la primera mitad de los 80: el Carré d’Art de Nîmes, un centro de arte frente a la Maison Carrée, un templo romano del siglo I a C; y las Sackler Galleries de Londres, una intervención muy difícil en el conjunto de edificios históricos que forman la Royal Academy. Ambas obras se terminaron a principios de los años 90, y evidenciaron el inesperado talento y la gran sensibilidad de Foster al tratar con frágiles entornos monumentales, y en el caso de Nîmes también hizo explícita su capacidad para interpretar el tejido urbano, una destreza que ya había manifestado en el proyecto de la BBC y que le proporcionaría otros encargos de diseño urbano en los años siguientes. También a principios de los 90 se inauguró finalmente el tercer aeropuerto de Londres en Stansted, un proyecto interminable que tardó diez años en culminarse, retrasado por consultas y licencias, pero que mostró al mejor Foster; las leves marquesinas en el suave paisaje de Essex se diseñaron poco después de Hong Kong y de Renault, pero el vigor ostentoso y la vitalidad de esos edificios se reemplazó aquí por una elegancia luminosa y serena, y por un refinamiento silencioso y discreto que se convertirían a la larga en los rasgos distintivos de la manera de Foster: una contención exquisita que también caracterizó los proyectos magistrales del arquitecto para los centros históricos...[+]


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