Nos incitan a jugar al dominó con su obra. Sin reglas. Quizá sea la única manera de hacerlo. Las imágenes y los textos que las tejen adquieren un valor autónomo al perder su subordinación a una estructura narrativa que no existe. Salvo el Palacio Euskalduna (construido) y el Auditorio de Benidorm (más desarrollado), los proyectos aparecen como apuntes rápidos e intensos, en realidad como episodios de una obra mayor. Sólo entonces puede comprenderse el desorden, a veces arbitrario, y el libro adquiere sentido. Pero no es cierto que todo sea un juego: los proyectos dibujan la ambición calculada de los arquitectos, que arriesgando mucho construyen su vida en paralelo a su obra. Soriano y Palacios nos ofrecen un conjunto de imágenes para ellos familiares y recurrentes, en las que los demás podemos ver casi lo que queramos; y nos serán útiles sobre todo si desencuadernamos el volumen nada más comprarlo: en la ausencia de esqueleto está su mayor valor.