Desde mediados del siglo XIX, el paso de los antiguos materiales de construcción a los nuevos productos surgidos de los procesos industriales —acero, vidrio— comenzó a trastocar el discurso de la arquitectura. En este contexto, un aspecto que hasta el momento apenas se había tenido en cuenta comenzó a estar en el candelero: la estrecha relación entre la arquitectura y las características específicas de los materiales y su función estructural. Con su Der Stil in den technischen und tektonischen Künsten (‘El estilo en las artes técnicas y tectónicas’), publicado en 1860, Gottfried Semper entró de lleno en esta discusión. Inspirándose en las ciencias positivas de la época, Semper desarrolló una idea bastante ‘paramétrica’ de los materiales en la que no sólo se ponía el énfasis en cuestiones estilísticas y culturales sino que se incidía también en el complejo fenómeno constituido por la ‘materialización’ en sí misma. Semper argumentaba que ni la razón intrínseca de la naturaleza ni sus formas materiales podían inventarse sino que surgían más bien de la relación entre el diseño, la construcción y el propio proceso de materialización. Para Semper, el caso del templo griego resultaba paradigmático al respecto: los elementos del templo podían considerarse como la transposición pétrea de las formas determinadas por los requerimientos constructivos del edificio original de madera. En esta mudanza de un material a otro, el templo antiguo daba cuenta de su propia historia estructural y de las influencias culturales dominantes a las que había estado sometido. Semper hizo hincapié incluso en algo que resulta aún bastante difícil de teorizar: la transición desde la inmaterialidad a la materialidad, desde las relaciones fluidas a las estructuras concretas. Esta agenda materialista de Semper puede actualizarse hoy mediante el diseño computacional y la fabricación digital, cobijándose bajo el término Gestalt [cuyo significado habitual en castellano es ‘forma’ o ‘configuración’], en el sentido de ‘información’ sobre la materia...