En agosto de 1998, cuando se encontraba en Buenos Aires impartiendo un curso, el arquitecto y catedrático de la Escuela de Barcelona Helio Piñón descubrió la obra de un veterano colega argentino, Mario Roberto Álvarez. Fue una especie de flechazo, y tan intenso que Piñón ha querido compartir su hallazgo con el resto del mundo. Pero como «cuando la arquitectura es auténtica basta un atento silencio», el autor se propone limitar su «acción crítica» a la elección de las obras (41) y las fotografías, y al esbozo de unas reflexiones de carácter general acerca de la relación entre los sesenta años de itinerario profesional de Mario Roberto Álvarez y las vicisitudes de esa modernidad que, desde la fidelidad a sus principios, el arquitecto ha contribuido a consolidar. Piñón tiene razón: amén de la pequeña- gran lección de historia que él mismo nos ofrece, había que dejar hablar al personaje, que lo hace largo y tendido en dos entrevistas donde comparte con el lector opiniones, recuerdos y experiencias. Con interlocutores así, sobran los forcejeos interpretativos.