«El trabajo es libertad.» Estas palabras, que tantas veces oiría repetir Charlotte Perriand a su madre durante los años felices de la infancia y la adolescencia, acabaron siendo el lema de una vida larga y fructífera que vio la luz en 1903, y de una trayectoria dominada por la pasión de renovar los espacios y los objetos que construyen nuestro entorno más inmediato. Pero a la que es hoy una venerable anciana la recordaremos siempre joven y hermosa, reclinada en la chaise longue de tubo de acero que diseñó con Le Corbusier y Pierre Jeanneret en 1928. Esta pieza emblemática, los muchos proyectos de su larga colaboración con el maestro suizo y los que realizó en solitario o junto a Jean Prouvé, Fernand Leger y tantos otros pioneros de la modernidad, se expusieron hace más de una década en el Museo de Artes Decorativas de París bajo el título ‘Un arte de vivir’. Y un encabezamiento en el que resuena aquél es el que ha elegido Perriand para publicar sus memorias, en las que con un estilo candoroso y ágil, sin rastro de nostalgia, recorre algunos de los episodios más significativos de la arquitectura y el diseño del siglo que termina. El autobombo o el ajuste de cuentas, que son ingredientes habituales del género biográfico, están ausentes de este relato equilibrado, tejido con registros objetivos y evocaciones literarias.