Alejandro de la Sota
Pontevedra, 1913-Madrid, 1996
El arquitecto que construyó edificios persiguiendo un máximo de abstracción y un reduccionismo de sus elementos, y el arquitecto dibujante con la línea más abstracta y clara. Dos coetáneos, un rumano nacido en Ramnicul-Sarat y un gallego de Pontevedra. La afición por los mínimos elementos con un máximo de expresión une sus obras.
Supongo que don Alejandro conocería los dibujos de Saul Steinberg. El ilustrador gráfico del New Yorker era como una luminaria en la confusión de la posguerra. Consiguió sintetizar una forma de dibujar que era a la vez un testimonio gráfico de la sociedad y de la ciudad de su tiempo, como buen dibujante de revista, con un oficio rigurosamente nuevo, una manera vanguardista de usar las convenciones gráficas. Steinberg tiene algo de otros rumanos famosos; el surrealismo de Ionesco y la pureza de Brancusi. Por todo eso y por su formación de arquitecto era admirado por los profesionales, y su forma de dibujar seguida por muchos. Steinberg no es propiamente un dibujante de cómics, pero ha influido en ellos ampliamente. Y como arquitecto dibujador de arquitecturas no tiene paralelo. Si hubiera que citar influencias, ahí está Máximo, en el diario El País, o el arquitecto alemán Peichl, dibujante conocido como Ironimus.
Aparece De la Sota junto a los famosos personajes silla de Saul Steinberg, de la serie de dibujos que exploran la línea continua; una línea que va trazando la figura y su fondo a la vez con una inspiración asombrosa, heredera quizá de Klee. La caricatura de Sota se funde con su propio diseño de silla, que también es de línea continua. Detrás de este dibujo de alambres se sitúa el edificio del Gobierno Civil de Tarragona, que se parece a los edificios modernos de las caricaturas del dibujante. De hecho, se parece a sus dibujos recordatorio de los años pasados en la Italia de Mussolini. Y además, con el Gobierno de Tarragona sucede, pasada una generación, como con la Casa del Fascio de Terragni: la paradoja de un arquitecto del régimen que construye un edificio del régimen y que resulta ser el epítome de la modernidad. Es una viñeta como la de Terragni, pero en ésta no aparece Franco, ni siquiera el gobernador civil, que no harían buen coro a Steinberg.