Burnt Clay Updated
Porcelain Skins
Pocos términos remiten a un universo tan extenso, rico y sorprendente como la palabra cerámica —hecho de arcilla— y que se refiere al arte de fabricar objetos de barro cocido; un proceso de transformación en el que se fusionan los cuatro elementos clásicos de la naturaleza: agua, tierra, aire y fuego. Abarca un espectro espacio-temporal y funcional tan amplio que es posible referirse tanto a pequeños objetos elaborados con paciencia y sabiduría, como a las delicadas tazas de porcelana china, como al ladrillo, un material de origen basto y humilde, pero con el que se han construido monumentos como el Panteón de Roma o rascacielos como el Chrysler de Nueva York.
La historia de la arquitectura está inevitablemente ligada a este material, que se ha especializado progresivamente a lo largo del tiempo y que siempre ha descubierto un buen camino para hacerlo. El primer proceso de especialización se produjo cuando, hace miles de años, se concibieron las técnicas de conformación del barro y que, pasando por el adobe, llegaron al cocerlo hasta el ladrillo, consiguiendo uno de los materiales de construcción más universales y prácticamente sin modificación alguna desde entonces. Esta consistencia temporal se debe a sus particulares y lúcidos parámetros de diseño en perfecta armonía con el cuerpo humano: ligero, adaptado a la mano del hombre y de un pie por medio pie de dimensiones, siendo, además, extraordinariamente natural construir con él por tratarse de un elemento que se amolda a cualquier geometría. Estamos ante una síntesis tan soberbia que, con sólo una pieza y unos pocos elementos accesorios, se ha podido hacer de todo, desde humildes viviendas, hasta palacios, catedrales, puentes o fábricas, determinando en gran medida el color y textura de las calles que construyen nuestras ciudades... [+]