El parque nacional de las montañas de Krkonose, en la República Checa, es una de las zonas naturales más valiosas de Europa Central, ya que alberga un mosaico único de ecosistemas que se han conservado como testimonio de un ya muy lejano pasado glacial. Su singular paisaje de crestas rocosas, vertiginosas quebradas y prados alpinos se evoca en el nuevo centro de interpretación del parque. Se trata de un edificio integrado, casi disimulado, en el entorno, que remeda en la geometría de sus formas de hormigón armado las montañas que lo rodean, y que evoca en su cubierta plantada con varias especies de sedum las texturas y los colores pardos del bosque.

La apariencia pesada —a la vez cristalina y vegetal— de la envolvente se va matizando conforme el visitante se acerca al edificio. El volumen, que parecía completamente hermético y pegado a la tierra, resulta estar perforado por varias grietas completamente acristaladas, que dejan adivinar desde el exterior las cualidades de los espacios interiores, además de iluminarlos adecuadamente. En esos interiores predominan los acabados sencillos: en el techo, el hormigón bruto de los pliegues que forman el envés de la cubierta; en las paredes, enfoscados rugosos o empanelados de madera con las vetas marcadas; en los suelos, soleras pintadas de negro o tarimas en colores muy claros.