Los visitantes que llegan al aeropuerto de Copenhague pronto divisan un volumen orientado al mar cuyas formas orgánicas resultan inconfundibles: es el Blue Planet, el nuevo acuario de la ciudad. Con una capacidad de 7 millones de litros de agua, el edificio contiene 53 piscinas diferentes, acondicionadas para albergar unas 450 especies diferentes, y está constituido por dos alas curvas de manera que, a pesar de que el espacio más emblemático del edificio es el atrio central, se pueda acceder directamente a las diferentes áreas expositivas sin pasar por él, una organización que evita las largas colas que suelen producirse en este tipo de dotaciones.

Definida por curvas que se alabean y zigzaguean sobre el plano del suelo, la forma del edificio evoca literalmente el programa que contiene en su interior, pues estas formas sugieren remolinos de agua y sus acabados reflectantes entran en diálogo con el estanque que rodea el acuario.

La evocación del mundo líquido está presente también en la tectónica de la envolvente, compuesta por planchas de aluminio superpuestas al modo de escamas. Estas piezas se fijan a una subestructura de perfiles de acero y se trasdosan con varias capas de aislamiento térmico de lana de roca rígida y moldeada, con un ancho total de 350 milímetros. Las planchas de aluminio, de 3 milímetros de espesor, presentan acabados diferentes para producir efectos variables según sean la luz incidente y las condiciones atmosféricas, y se perforan para permitir una adecuada ventilación natural.