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In the Steps of Itsuko Hasegawa
OFFICE es una rara avis en el panorama arquitectónico contemporáneo. Si siempre han sido pocos los arquitectos que han sabido conjugar con tino su labor entre la construcción y la reflexión teórica, en el caso de Kersten Geers y David Van Severen —al igual que sus admirados Aldo Rossi y Robert Venturi— ambas vertientes son inseparables, y aplican el mismo empeño en dibujar las geometrías elementales de sus plantas que en dilucidar pertinentes análisis sobre los tipos y formas de la historia. Tras ser colaboradores habituales de la revista San Rocco, llevan años publicando los resultados de sus cursos e investigaciones bajo el sobrenombre de Office without Office.
Son aún menos aquellos que, al plasmar su pensamiento, en vez de emitir consideraciones panfletarias sobre su obra, reflexionan sobre las enseñanzas de otros. De este modo, con sus trabajos ‘fuera de la oficina’, y en la estela de otros profesores como Rafael Moneo o Peter Eisenman, los belgas —aquí en un equipo editorial conformado por el propio Geers y Jelena Pančevac— desenmarañan poco a poco algunas de sus inesperadas influencias. Así, después de reivindicar las figuras de Aldo y Hannie van Eyck y revisitar el compromiso de Giancarlo De Carlo, redescubren ahora la sintaxis esencial del onírico centro cultural de Itsuko Hasegawa en Shonandai.
Pero quizás lo más excepcional sea que no se sirven de sesudos textos o complejos análisis gráficos, sino que se bastan de la mirada cómplice de un compinche. Para esta ocasión han confiado en las imágenes de Stefano Graziani que, lejos de cualquier pretensión documentalista, se afana por mostrar la realidad cotidiana de un proyecto sin igual. El resultado es un fascinante itinerario visual —acompañado solo por dos pinceladas escritas y un puñado de esquemáticos dibujos— que permite acercarse al renovador planteamiento de una pionera que materializó el sueño de Ledoux mucho antes de que otros se atribuyesen el mérito. Y que define un poco más esta suerte de canon accidental.