El 24 de febrero de 2022 cambió el mundo, pero el inicio de la guerra de Ucrania fue solo la fractura última provocada por el incremento de las tensiones en la placa tectónica de Eurasia. Nada puede entenderse del actual conflicto sin conocer la historia secular de Rusia, y nada tampoco sin intentar penetrar en la corte hermética del actual inquilino del Kremlin, una tarea que nos facilitan dos libros admirables, publicados ambos el año ominoso de la invasión. Orlando Figes, en The Story of Russia, nos ofrece la historia como relato, porque desde los orígenes imaginados de la nación cada episodio se interpreta en función de los intereses políticos ulteriores; y Giuliano da Empoli, en Le mage du Kremlin, presenta el relato como historia, ya que su exploración novelada de la biografía del principal consejero de Putin permite vislumbrar el funcionamiento genuino de la política rusa.
El historiador germanobritánico narra la construcción en el tiempo de la identidad rusa desde una mirada que no abandona nunca el presente, y ya la introducción muestra a Vladímir Putin inaugurando frente al Kremlin un monumento al gran príncipe Vladímir, que gobernó la Rus de Kiev y en el 988 se convirtió al cristianismo, fundamento mítico de una trayectoria colectiva desde entonces asociada a Bizancio y a la Iglesia ortodoxa, y que llega hasta la idea de Moscú como Tercera Roma. Figes nos guía por una historia donde se entrelazan la realidad y el mito, porque el relato histórico, sea el de Alejandro Nevski o el de Iván el Terrible, es inseparable de una fabulación literaria que se emplea con el propósito de legitimar los regímenes autocráticos y fundamentar un espíritu colectivista siempre indeciso entre Europa y Eurasia. Rusia miró hacia Occidente a partir del siglo XVIII, con Pedro el Grande y Catalina la Grande, pero la veneración del ‘santo zar’ y el culto al líder se mantuvieron intactos, haciendo que en su historia pese más la continuidad que la ruptura. «El Estado autocrático se derrumbó dos veces durante el siglo XX, en 1917 y en 1991, y en ambas ocasiones volvió a renacer con una forma distinta. Las fuerzas públicas que se activaron a partir de la crisis del Estado han resultado ser demasiado débiles y estar demasiado divididas como para sostener un Gobierno democrático». Esta es la melancólica conclusión de Figes, que dedica su último capítulo al fracaso de la democracia con Yeltsin y al resurgir de la dictadura bajo un Putin que en su primer mandato intentó promover la integración con Occidente, pero que acabó defendiendo la ‘democracia soberana’ acuñada por Vladislav Surkov, su jefe de gabinete y principal asesor, como una versión sui generis del concepto, basada en el control de los medios, la manipulación de las elecciones y el restablecimiento del orgullo por la historia rusa.
Bajo el nombre literario de Vadim Baranov, Surkov es precisamente el protagonista de la obra del politólogo italosuizo, que ha obtenido con ella el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa en 2022. En ella, presentada narrativamente como un extenso soliloquio autobiográfico del político ruso con el autor —tras conocerse mediante su común devoción por Zamiatin, el escritor cuyo Nosotros fue la inspiración de las distopías de Huxley y Orwell—, Da Empoli nos introduce en el núcleo del poder ruso, un grupo de cortesanos y oligarcas reunidos en torno a Putin, al que siempre se denomina ‘el Zar’, y para el que Baranov, usando su experiencia como productor de telerrealidad, construye un teatro político que abarca el país entero. En el libro aparecen con su propio nombre los personajes clave de las últimas décadas: Gorbachov, Yeltsin y Putin desde luego, pero también oligarcas caídos en desgracia como Borís Berezovski o Mijaíl Jodorkovski, el vicepresidente Igor Sechin, el dueño del Grupo Wagner Yevgueni Prigozhin, el líder de los Lobos Nocturnos Alexander Zaldostanov, el escritor Eduard Limónov o el ajedrecista Garri Kaspárov, y acontecimientos históricos como la guerra de Chechenia, el hundimiento del submarino Kursk o los Juegos Olímpicos de Sochi. Culto y sensible, el asesor acaba abandonando su puesto tras organizar la ceremonia inaugural de los Juegos, y vierte en esa noche de confidencias una meditación sobre el poder que es también un mea culpa sobre la propaganda política. Si quieren entender el conflicto de Ucrania, no conozco mejor herramienta que estos dos autores luminosos.