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Japan in Western Architecture
«Querido Corbu: todo por lo que hemos luchado tiene su paralelo en la antigua cultura japonesa.» Con esta frase, escrita en una postal del Ryoanji (el legendario karesansui zen de quince rocas, construido en el siglo XV como metáfora sobre el tiempo) enviada en 1954, condensaba Walter Gropius la atracción que habían sentido muchos arquitectos occidentales por Japón. Y si nos atenemos al esclarecedor libro de Ramón Rodríguez Llera pocos escaparon a tan seductor influjo: de Wright a Le Corbusier, de Taut a Mies, de Loos a Neutra, todos miraron en algún momento, directamente o a través de la mirada de otros, a la cultura japonesa.
El libro construye un lúcido discurso del fructífero diálogo que se produjo entre Japón y Occidente a lo largo del siglo XX, con capítulos tan fundamentales como el brutalismo de Kenzo Tange, siempre teñido de una melancólica alusión a la tradición, o el lirismo conceptual con ecos surrealistas del escultor Isamu Noguchi, dos referentes imprescindibles para explicar lo inexplicable, la fusión de la sinceridad estructural y constructiva con el fuzei, el soplo de la emoción que ha barrido, desde Japón, a los artistas y arquitectos occidentales.
El libro, ilustrado con abundantes fotografías tomadas por el autor en sus viajes a Japón, es un estudio riguroso e imprescindible para entender la razón de ser de la arquitectura japonesa desde la apertura al mundo tras la llegada de los buques de guerra norteamericanos en 1853, hasta la síntesis contemporánea en los prototipos de casa de té, quintaesencia de la investigación espacial que parece aplicar el pensamiento del pensador y diseñador de jardines Muso Soseki: «En el origen, en todas las cosas del universo no existía el concepto de grande o pequeño; lo grande o lo pequeño sólo existen en el espíritu del hombre.» Es esta independencia de la escala la que ha marcado a los más conspicuos arquitectos japoneses actuales, incluyendo el último Pritzker, Toyo Ito.