Autor de una obra extensa que transita de lo íntimo a lo público, el escritor y periodista Vicente Verdú ha practicado también la crítica de arquitectura y, de un tiempo a esta parte, la pintura, como atestigua el lienzo que ilustra la portada de su último libro. Doctor en Ciencias Sociales por la Sorbona, redactor jefe de Cuadernos para el Diálogo y miembro del equipo fundador del diario El País, donde fue Jefe de Opinión y Jefe de Cultura, Verdú es un intelectual que oculta la amplitud generosa de sus conocimientos tras una destreza literaria deslumbrante que finge producto sólo de una sensibilidad exacerbada.
Enseres domésticos, asegura, «es un libro que me ha estado rondando toda la vida», y es fácil hallar antecedentes en obras anteriores, tan alejadas en el tiempo como Sentimientos de la vida cotidiana (1984) o Domicilios (1987). Lo cotidiano y el hogar son, en efecto, los ejes en torno a los cuales se aglomeran medio centenar de ensayos —en la tradición del Gaston Bachelard de La poética del espacio o el Jean Baudrillard de El sistema de los objetos— que desmenuzan sin pudor la intimidad doméstica, desde el lecho conyugal o el cepillo de dientes hasta el polvo o las goteras, pasando por el timbre o el tresillo, el espejo o las flores y las plantas.
Este acervo de enseres ‘benditos y satánicos’ se estructura en capítulos de aroma funcional, y Verdú sustituye las estancias —dormitorios o salas, cocinas o baños— por actividades —intimar o conectar, comer o expeler—, una mudanza que a buen seguro habría satisfecho a un arquitecto racionalista.
La arquitectura con mayúscula, sin embargo, aparece sólo a través de un trasterrado, el escritor hispanochileno José Ricardo Morales y su Arquitectónica, y de los arquitectos se ocupa únicamente en el ensayo sobre la silla, donde glosa la pasión de estos ‘profetas y dictadores’ de lo cotidiano por inscribir su nombre en la historia del mobiliario, algo que explica a través del Giedion de La mecanización toma el mando, y contrasta con los ‘trillados domicilios’ que han dejado tras de sí Habitat e Ikea.
El Vicente Verdú que muchos admiran por sus penetrantes análisis del mundo contemporáneo (El estilo del mundo: la vida en el capitalismo de ficción, El capitalismo funeral o La hoguera del capital) es también un agudo observador de lo más próximo, y tanto su lente macro como su óptica micro desvelan con sabiduría visual y temblor literario universos arquitectónicos.
Francisco Calvo Serraller constata perplejo que, «tras mucho darle vueltas, no sé si el libro de Verdú es un perspicaz libro de historia de los enseres domésticos, un ensayo antropológico, una sabia experiencia biográfica reciclada, una novela gótica o un reportaje en directo». Seguramente, como apunta el profesor y crítico de arte, tiene algo de todo ello, pero si existe un género al que adscribir esta obra singular, debe más bien buscarse en el territorio de lo poético, porque es exactamente allí donde Verdú ha encontrado una voz propia.
Los lectores de estos ensayos encontrarán en ellos conocimiento y placer, y acaso también el eco de una intensidad emotiva que proviene —como su autor escribiese hace tres décadas de los textos reunidos en Domicilios— de haber sido, cada uno de ellos, «cuidado como una historia de amor, valorado como una enfermedad y temido como algunos viajes».