Hace dos siglos, Immanuel Kant observó, casi de pasada, que «la mano es la ventana de la mente». La ciencia moderna ha tratado de confirmar esta fecunda idea, al igual que el arte y, en muchos sentidos, también la arquitectura. Pero mientras que para la primera el estudio de la mano ha sido la ocasión de importantes descubrimientos en neurología o teoría del conocimiento, en las segundas los hallazgos han sido más humildes, quizá por la familiaridad tautológica con que los artesanos, artistas y arquitectos consideran las habilidades manuales. A ello se suma, además, la tradicional primacía que, en la cultura occidental, la visión ha tenido sobre el resto de los sentidos, unida al descrédito con que ha sido tratado el cuerpo en comparación con el intelecto y sus poderes abstractos.
La primera obra aquí reseñada, pertenece a otra tradición: aquella que, desde Ruskin hasta Bachelard, pasando por el inevitable Focillon y su Elogio de la mano, trata la conciencia humana en cuanto conciencia corporal, considerando que el arte y la arquitectura son, primariamente, prácticas artesanales. La mano que piensa, de Juhani Pallasmaa, parte de estos principios, explorando a través de una selección de ocho capítulos procedentes de otras tantas conferencias impartidas por el arquitecto y teórico finés entre 1998 y 2009, las ideas anticipadas en títulos como Los ojos de la piel o Una arquitectura de la humildad, esta última reseñada no hace mucho en estas mismas páginas (véase Arquitectura Viva 136). El libro es, así, una exploración sugerente de la fenomenología de la mano, ilustrada con imágenes que acompañan bien al texto pero resultan algo previsibles, y construida con un lenguaje ameno. Sin embargo, a pesar de que su subtítulo, un tanto pretencioso, ‘Sabiduría existencial y corporal en la arquitectura’, promete mucho, el libro resulta decepcionante, pues Pallasmaa se limita a glosar en él las ideas ya conocidas de la fenomenología arquitectónica —vuelta al cuerpo y a la experiencia multisensorial— sin entrar en el meollo complejo de los problemas arquitectónicos. El hecho de que la extensísima nómina de artistas y pensadores citados por Pallasmaa —de Henry Moore a Pietilä, de Brodsky a Valéry— apenas incluya a algunos arquitectos como Lewerentz, Aalto, Wright o Kahn, así lo confirma.
Paradójicamente, es en la segunda obra reseñada —en la cual, por otro lado, el propio Pallasmaa confiesa abiertamente haberse inspirado— donde es posible encontrar referencias a la arquitectura que resulten más relevantes y pertinentes. Y escribo ‘paradójicamente’ porque El artesano, de Richard Sennet, no es propiamente un libro sobre arquitectura, sino un texto de sociología, riguroso y apasionante, cuyo tema, tan ambicioso como necesario, son las prácticas del hombre como creador de sí mismo. El artesano se anuncia como el primero de una trilogía sobre la cultura material —que será completada por otros dos sobre los rituales que administran la agresión y el fervor, y las habilidades necesarias para producir y habitar entornos sostenibles— y tiene como hilo conductor los modos en que se producen las cosas concretas. El lema fenomenológico de ‘ir a las cosas mismas’ es para Sennet una oportunidad de establecer conexiones entre el pensamiento y las prácticas específicas de los orfebres, los sopladores de vidrio, los músicos o los arquitectos, a través de una actitud ‘materialista’ que, no en vano, procede de la tradición del pragmatismo norteamericano, con su énfasis en que dichas prácticas de las artes y las técnicas deben incardinarse en la vida cotidiana, filosofía que Sennet comparte con la que hoy es su mujer, la también socióloga Saskia Sassen.
Pero el principal mérito del libro no son estos presupuestos intelectuales, sino su manera plástica y pertinente de imbricar mano y pensamiento a través de ejemplos muy concretos, formando un panorama impresionista, tan elocuente como atractivo, que va desde la tradición de los orfebres medievales hasta la construcción de violines en Cremona, pasando por la historia del ladrillo y el estuco, la ingeniería de Brunel, la casa de Wittgenstein en Viena o incluso las arquitecturas paramétricas. Un mosaico de la arquitectura desde la perspectiva del artesano: no otra cosa ha conseguido Sennet con este volumen inagotable, que ojalá se vea pronto acompañado por los otros dos tomos de la trilogía prometida.