La entrega del archivo de Fernando Moreno Barberá al Colegio de Arquitectos de Valencia ha resultado ser de gran utilidad para poder divulgar, en condiciones, la ingente obra de un arquitecto cada vez más valorado. Aunque ya había sido objeto de reconocimiento explícito cuando su Facultad de Derecho de Valencia formó parte, en 1995, del grupo más distinguido del Registro DocoMOMO Ibérico y cuando la exposición itinerante ‘20x20: Siglo XX, veinte obras de arquitectura moderna’ incluyó, junto al citado centro docente, la Universidad Laboral de Cheste, cuyo enorme interés impulsó a su vez una monografía homónima aparecida en 2005. Sin embargo, estas últimas publicaciones están ausentes entre las referencias bibliográficas que ofrecen los dos libros que ahora nos ocupan. El primero de ellos es un catálogo que desarrolla básicamente contenido gráfico, con bastantes fotografías y planos de edificios públicos repartidos por la geografía española. Cuenta con textos breves de Carlos Sambricio y de Helio Piñón, además del comisario, Juan Blat, que es el autor del segundo libro, más extenso en comentarios y abordando un mayor número de obras o proyectos, preferentemente dedicados a programas institucionales de equipamientos docentes y administrativos.
Es lógica la atención que está despertando la figura de Moreno Barberá, cuya destacada trayectoria se aprecia por igual en los trabajos de gran escala y en los que requieren esmero en el detalle, donde emerge un profesional con auténtico dominio del oficio. Para cualquier investigación, sus pormenorizadas memorias suponen una fuente de información primordial, siendo equiparables al deslumbrante nivel de sus planos. La eficacia de sus organigramas en distribuciones complejas nos ha regalado un magisterio en el control funcional y métrico que todavía se mantiene vigente. El arquitecto también merece ser observado por su pericia y perfeccionismo al idear o dibujar soluciones técnicas que, necesariamente, estaban adaptadas a la entonces escasa industrialización del país. Más allá de la diversidad tipológica desplegada, la potente expresividad de sus obras aparece confiada al uso de volumetrías rotundas y al particular tratamiento de brise-soleils para, a la manera corbusierana, proteger las fachadas climáticamente. Un atractivo juego de sombras y el ritmo vibrante que introducen las lamas metálicas o de hormigón —la mayoría— han dotado de identidad figurativa a la imagen característica de una arquitectura que siempre transmite rigor y dignidad. Estamos ante uno de los más cualificados intérpretes del Movimiento Moderno, cuyo discurso cosmopolita adoptó muy pronto y, por otra parte, prolongó con total convicción respecto a la validez de sus principios, incluso cuando ya se habían presentado señales de crisis en la escena internacional. Todo ello con un gran talento para construir y planificar que, legitimado con la perspectiva del paso del tiempo, distingue ya el legado de Moreno Barberá.