Arquitecto, diseñador y crítico, el vienés Bernard Rudofsky (1905-1988) es sobre todo conocido por su exposición Arquitectura sin arquitectos, una defensa de la sabiduría y la belleza de la construcción vernácula que desde su presentación en el MoMA en 1964 viajó a más de 80 ciudades. Ahora, la exposición y catálogo del Architekturzentrum de Viena, en colaboración con el Getty de Los Ángeles y el CCA de Montreal —que se muestra en las tres sedes durante 2007-2008—, centra la mirada en el propio Rudofsky, y recorre el itinerario biográfico que le llevó de su Mitteleuropa natal a Italia, Brasil, Estados Unidos, Japón y España, donde entre 1969 y 1971 construyó en Frigiliana, cerca de Nerja, una casa que habitó con su esposa Berta las temporadas que no pasaban en su apartamento de Nueva York o en sus frecuentes viajes por el mundo. Cuatro años posterior a la estupenda monografía de Andrea Bocco, la muestra subraya la condición viajera del autor, que combinó, a la manera de Loos, la arquitectura doméstica, el diseño de moda y la crítica de lo cotidiano. Director de Domus o Interiors, defensor del calzado esencial a través de sus Bernardo Sandals, y promotor de la sensualidad en la vida moderna mediante la austeridad de lo primitivo, Rudofsky es una figura que debe recuperarse más desde la inteligencia que desde la nostalgia.