Bernard Rudofsky quiso ser espartano y sibarita. El arquitecto vienés está hoy casi olvidado, pero su empeño en reconciliar laconismo y sensualidad es más pertinente que nunca. En un planeta consciente de sus límites físicos, la voluntad de hacer compatible la reducción del consumo con la multiplicación del placer es la piedra angular de un programa político que sea al mismo tiempo un proyecto vital. Fernando Savater asegura que la felicidad reside en reunir unos gustos sencillos con una mente complicada, y es posible que esa conjunción de austeridad y refinamiento no ande muy lejos de la propuesta de Rudofsky, propagandista tenaz de la necesidad de conciliar disciplina y hedonismo, dos polos de referencia que imaginó ejemplarmente materializados en la arquitectura japonesa y en la mediterránea. Esos universos formales y sensoriales inspiran el conjunto de una obra que se extiende desde el diseño de moda hasta la crítica de la vida cotidiana, y que ahora se recuerda con una exposición que se abrirá el 11 de marzo de 2008 en el Getty Research Institute de Los Ángeles, después de haberse mostrado en el Architekturzentrum de Viena y en el Canadian Center for Architecture de Montreal durante la primavera y el verano de 2007, como fruto tardío del centenario de Rudofsky en 2005... [+]