A decir de muchos, la arquitectura española atraviesa una etapa brillante. Y vamos a suponer por un instante que efectivamente es así, para preguntarnos a continuación si la edición de arquitectura española —o la arquitectura española editada— está a la altura de esa excelencia; si lo que se publica —y cómo se publica— alcanza a reflejar, explicar y, por qué no, amplificar este momento de gloria.
Con tendencia al formato monográfico, tanto los libros como las revistas de arquitectura ofrecen un panorama argumental y gráficamente convergente: publicaciones muy parecidas publican una y otra vez los mismos edificios y a los mismos autores, multiplicando la misma imagen sin cuestionarla ni matizarla. El efecto, incluso en el lector interesado, es desalentador: hasta esa arquitectura tan unánimemente apreciada pierde parte de su brillo por la monotonía de los puntos de vista.
Publicados por las mismas fechas, los volúmenes que Lunwerg y Taschen dedican a la arquitectura española contemporánea no hacen sino remachar el mismo clavo. Hay entre ellos más concordancias que disidencias: aunque el primero incluye 12 obras y el segundo 21, hay una más que evidente repetición de autores —nueve— y, en menor medida, de proyectos. Si consideramos la coincidencia una unidad de medida de la calidad, los cinco edificios recientes indiscutibles son la torre Woermann de Ábalos y Herreros, el MUSAC de Mansilla y Tuñón, el Palacio de Congresos de Mérida de Nieto y Sobejano, el estadio de Baracaldo de Eduardo Arroyo y el Palacio de Congresos y Auditorio de Navarra, de Francisco Mangado. Claro que otros factores como la importancia que se concede o no a la actualidad ha decidido la incorporación de unas u otras obras de Paredes y Pedrosa, EMBT, Campo Baeza y Moneo, presentes en ambos volúmenes.
Hecha ‘desde dentro’ y más selectiva a la hora de proponer su canon de modernidad nacional, la edición de Lunwerg desdeña el rigor del dato y del documento arquitectónico (croquis y planos) para confiar en el ojo de Marc Llimargas, arquitecto, fotógrafo y director de arte, aunque poco asiduo de las publicaciones especializadas. Lástima que de su omnipresente mirada (estremece el halo sombrío de la torre Woermann) no se desprenda otra cosa que desapego por los edificios que están detrás de la cámara. Con una apariencia más seductora y un precio más competitivo, la edición de Taschen parece en cambio responder a la convicción de que la arquitectura española del momento es buena sobre todo porque es variada, así que no duda en reunir el lirismo retraído de Llinás con los monumentales aspavientos de Calatrava y con la voluntad transgresora de Cirugeda.