Entrevistas 

Temperaturas críticas

Florian Aicher 
31/05/2019


Florian Aicher (FA): Ha pasado tiempo y el interés en el proyecto 2226 no ha disminuido. La atención se centra sobre todo en el apartado energético, ¿crees que esta mirada hace justicia al edificio?

Dietmar Eberle (DE): La cuestión de la energía es importante, pero es sólo un aspecto parcial, y no refleja el significado global del edificio. Desde mi punto de vista, el gran reconocimiento que ha obtenido esta obra indica que la gente se ha dado cuenta de que empleando adecuadamente sistemas constructivos tradicionales y fáciles de comprender se pueden alcanzar resultados que sin ese cuidado sólo se conseguirían introduciendo ‘mucha tecnología’. El 2226 es, sin duda, la prueba de ello, y es sostenible. Los materiales utilizados tienen una vida útil muy superior a la de los equipos técnicos. Estamos hablando de varias vidas adicionales en comparación con los quince años que duran habitualmente las instalaciones. Si a esto se añaden los gastos de puesta en marcha, manejo, mantenimiento y desmantelamiento de estos equipos, el contraste es todavía mayor. Pero hay otro aspecto más: la libertad en el uso del edificio también hace que sea sostenible. El proyecto 2226 ofrece una ‘base’ que en el futuro podrá ser utilizada por usuarios con otras demandas. Supera por tanto la inmediatez de un programa pensado para responder únicamente a las necesidades de un momento concreto. Va más allá de las cuestiones energéticas, aunque es necesario tenerlas en cuenta para conservar el medio ambiente a largo plazo. Debemos volver a aprender cómo construir para periodos más largos, en contraste con la postura que imperaba en el siglo xx, cuando creíamos que podríamos permitirnos reemplazar el tejido edificatorio cada treinta años. Pero ya hemos comprobado que esto no es posible por razones sociales, ecológicas y económicas.

Prolongar la vida útil

FA: El término ‘sostenible’ se ha extendido más allá de una definición puramente ecológica, y ahora incluye también un aspecto social. A medida que los individuos y sus particularidades entran en juego, la perspectiva cambia: los ocupantes del objeto cobran más importancia que el objeto en sí.

DE: La historia nos ha enseñado que los edificios necesitan ser robustos. Esta ‘robustez’ hace referencia a sus materiales, pero también a sus cualidades arquitectónicas: la disposición y las dimensiones de los espacios, así como la cantidad de luz natural; en definitiva, la capacidad de brindar bienestar. Este tipo de fortaleza garantiza que el edificio tenga una vida útil larga, ya que fomenta la felicidad de sus usuarios de manera natural. Un edificio de este tipo contribuye a mejorar también la calidad del lugar en el que se inserta...[+]




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