A veces, lo que parece un trazo tosco esconde muchas más complicaciones que la más refinada de las técnicas pictóricas. Es lo que sucede con la creación de réplicas de cuevas prehistóricas para que el público pueda acceder a esas misteriosas obras del pasado sin poner en riesgo su conservación. El taller en las afueras de Toulouse donde se reproducen las pinturas rupestres de la gruta sumergida de Cosquer, cuya réplica se inaugurará en Marsella el año que viene, es una muestra de la gran complejidad que implica un proyecto así, de los que existen solo contados precedentes en el mundo, como los de Lascaux, también en Francia, o Altamira en España. Materias primas usadas hace decenas de miles de años se entremezclan en estas oficinas donde reina un caos controlado con las últimas tecnologías creadas por el ser humano. Todo ello con un único fin: conseguir que el ciudadano del siglo XXI vea, y sobre todo sienta, lo que su ancestro el homo sapiens veía y sentía cuando, hace unos 30.000 años, se vio impelido a retratar su mundo en las paredes de oscuras y húmedas cavernas...
El País: Los misterios sumergidos de Cosquer salen a la superficie