La inmovilidad también puede alcanzar cierto grado de dramatismo. En la Gemäldegalerie de Berlín cuelga una tabla atribuida a Francesco di Giorgio Martini pintado hacia 1490, Vista arquitectónica. Resultan chocantes su vacío, su silencio, pero sobre todo su inmovilidad. Está todo tan impecablemente ordenado que la ciudad no parece construida por seres humanos, sino diseñada por un dios. Da la impresión de algo indestructible e incorruptible; no existe la catástrofe natural, no existe la tempestad, ni el terremoto, ni la inundación que puedan alterar nada en esa ciudad. Si alguna vez se hubiera edificado la ‘ciudad de Dios’, al menos tal como la imaginaba San Agustín, sin duda habría sido así, a pesar de que en el cuadro de Di Giorgio no figura ningún edificio destinado a un culto religioso. Sería el opuesto perfecto de la primera ciudad de la tierra, la ciudad de Henoc construida por Caín, concebida de entrada en pecado por causa de su fundador y, al igual que Babilonia, caracterizada por la confusión...