El archivo Santos Torroella sigue deparando sorpresas sobre cómo vivieron la posguerra nombres como Miró, Aleixandre, Guillén, Cela o Saura y cómo Dalí construyó su personaje.
“Hace ya algún tiempo que debía haberte escrito. Cuando yo escribía cartas. Hoy sólo redacto telegramas. Me he cansado de gritar (…) He permanecido en la más absoluta soledad hasta ahora y continúo en el mismo estado. Solamente de vez en cuando se oye un grito mío”, escribe en junio de 1951 Antonio Saura al crítico Rafael Santos Torroella (Portbou, 1914-Barcelona, 2002). “Me siento solo y más apartado que nunca de donde tal vez debiera estar”, le confiesa Manolo Millares desde Las Palmas en 1952, dolido “por este alejamiento mío en una isla un tanto hostil y que no tiene nada, créame, de paraíso, de no ser las serpientes”. El escultor Ángel Ferrant en 1946 sólo oye en Madrid palabras como “comer… comer… comer… el aceite… el campeonato”. “Rafael, no te olvides de mí”, le suplica un necesitado Tàpies desde Barcelona en 1952. Son algunas de las 10.000 cartas de más de dos mil corresponsales que guarda el fondo Santos Torroella donado al Arxiu Municipal de Girona por los herederos de la viuda, Maite Bermejo, la mayoría de ellas inéditas o citadas fragmentariamente, y que siguen deparando sorpresas, una vez catalogadas por los archiveros.
Las cartas, así como los dos centenares de cuadernos y dietarios comenzados en 1940, dibujan la vida del día a día de artistas y poetas de la posguerra, como, además de los citados, Joan Miró, Salvador Dalí, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Camilo J. Cela, Mathias Goeritz, Juan-Eduardo Cirlot, etc. El epistolario muestra la pobreza, el miedo y la lucha por la supervivencia de los jóvenes artistas y escritores que querían abrirse camino en la España aislada, miserable y oprimida de la autarquía, algunos de ellos, como el propio Santos, después de haber sufrido prisión por haber sido comisario comunista en un batallón de zapadores, exrrepublicanos que se enfrentaron al dilema de sobrevivir bajo las reglas que marcaba la dictadura, algo de lo que, según Ricard Mas, secretario de Santos, “nadie se escapaba si quería comer”...
El País. Cartas desde el erial cultural del franquismo: el duro día a día de artistas y escritores