Una fusión de estrellas de bosones -un objeto teórico que aún no ha sido observado- podría explicar el origen de una enigmática onda gravitacional cuya detección se anunció en septiembre de 2020 y fue atribuida inicialmente a la fusión de dos agujeros negros.
Cuando en 2016 se anunció la primera detección de las ondas gravitacionales que Albert Einstein había predicho un siglo antes, los científicos aseguraron que se abría entonces una nueva ventana para la astrofísica. Argumentaban que esas ondulaciones en el tejido del espacio-tiempo producidas por eventos muy energéticos del universo les permitirían observar u oír el cosmos de una manera distinta, captar nuevos tipos de objetos celestes y ofrecer pistas sobre la naturaleza de la materia oscura. Desde entonces, los detectores Advanced LIGO (en EEUU) y Virgo (en Italia) han captado medio centenar de ondas gravitacionales generadas durante las fusiones de agujeros negros o estrellas de neutrones.
Sin embargo es posible que una de ellas, GW190521, cuya detección fue anunciada en septiembre de 2020 y atribuida inicialmente a la fusión de dos agujeros negros, tenga un origen distinto y emocionante, como argumenta esta semana en la revista Physical Review Letters un equipo internacional liderado por Juan Calderón Bustillo, del Instituto Gallego de Física de Altas Energía (IGFAE)...