Richard Neutra
Viena, 1892-Wuppertal, 1970
Mandrake era uno de mis favoritos en las coleciones de bolsillo. Sus personajes hieráticos estaban bastante mal dibujados por Phil Davies, pero vivían en un mundo soñado, o eso me parecía a mí. Entonces, todavía muchos dibujantes tenían dificultades para crear un estilo verosímil, incluso Chester Gould el de Dick Tracy. Este mago tan tieso era una amable mezcla de detective amateur e ilusionista de circo, siempre de uniforme, es decir, de frac con capa y chistera. Se hacía acompañar por un forzudo con atuendo de domador de fieras y nombre merovingio, el negro Lotario, que llevaba unos calzones elásticos como los ciclistas, y por la bella Narda, una princesa de pega.
También Neutra tenía un nombre de cómic, de profesor misterioso, terminado en a. Como el malvado Cobra de Mandrake o el siniestro Sivana de Marvel. A Neutra lo encontré mucho más tarde, primero su obra en una librería de Roma y poco después en persona, en Madrid durante la carrera. Y efectivamente tenía aspecto de sabio terrible, con ojos profundos y cejas como cepillos. Neutra era parte de esa historia californiana de la modernidad construida por inmigrantes judíos, y la residencia de los Kauffman en Palm Springs es una de las piezas maravillosas de esa historia. ‘La casa del desierto’, otra casa con nombre propio, como la primera casa Kauffman, ‘la casa de la cascada’. Ésta era una apuesta fuerte: una casa de cristal en la llanura interior de California. Ilusionismo. Las casas de cristal de Neutra estaban de moda, junto con las Case Study Houses, en los cuarenta, pero eran casas de la costa, expuestas a la brisa fresca del Pacífico. Aquí el milagro lo hacen el aire acondicionado y la energía barata. La nueva forma de construir y de vivir, desafían al mundo. Cristal y piscina en el desierto. Poética racionalista y metálica en un paisaje absoluto. Magia moderna.
Aquí entra en acción Mandrake, para hacer uno de sus viejos trucos: poner el mundo cabeza abajo. El profesor Neutra quiere dar la vuelta a la arquitectura y el mago mandrágora la pone literalmente patas arriba con gran susto del arquitecto y de Lotario, y con un soponcio de la bella Narda, que se quedan en el aire. Menos mal que es una ilusión; si no, se cae el agua de la piscina.