El 10 de agosto se cumplió un año de la muerte de Cedric Price. Durante los últimos doce meses se han sucedido los homenajes en una expresión colectiva de admiración y, por qué no decirlo, de cierta envidia por la libertad con que mantuvo sus posiciones críticas en un medio que exige plegamientos y sumisiones si no quiere uno verse apartado del panorama visible. Dos nuevos libros facilitarán el descubrimiento o seguimiento de una obra que exigía un esfuerzo considerable a quien lo intentara.
Frente a la profusa difusión y facilidad de acceso a los nombres coetáneos de la arquitectura británica de los sesenta y setenta, la figura de CP, aun considerada la más interesante, radical y necesaria de todas, permanecía en el plano de los iniciados. La última referencia de importancia, de hecho la única monografía, venía siendo desde 1984 la famosa edición de culto Works II publicada por la Architectural Association y conocida como el ‘libro cuadrado’. Era éste un volumen extraordinario en el que proyectos y textos del autor y sus colaboradores se entremezclaban de una manera sutil y compleja que se prestaba una y otra vez a la relectura. Su estructura por categorías (Acción, Tiempo, Incertidumbre, Cambio…) y su composición gráfica (un proyecto en sí misma) le confirió sin embargo cierto destino conclusivo que dificultó plantear aventuras similares. El propio CP reconocía haber cambiado en la forma de clasificar su obra, lo que hacía inútil plantearse un segundo volumen; con ello, el seguimiento de su actividad se convirtió en una labor de rastreo. La situación cambió cuando el editor John Wiley reimprimió el Square Book y dio cobijo en su catálogo a la recopilación del trabajo posterior a 1984 que Samantha Hardingham (SH) había reunido en su libro Opera, que quedará como la monografía complementaria de aquél. Pero hay más; sólo unos meses después apareció la obra que enlaza los dos periodos, la que cose y recorre los tiempos, las personas y los temas a lo largo de casi cincuenta años: Re:CP, ideado, perseguido y construido por Hans Ulrich Obrist (HUO) con la complicidad amistosa del propio CP.
Para SH elaboró CP una nueva clasificación de su trabajo (Verde, Puentes, Identidad, Placer, Cobijo…), y ella organizó meticulosamente el material original intercalando textos breves y precisos de una docena de autores del entorno de CP. Además de su aportación crítica, el libro traza por primera vez un retrato de la compleja personalidad de CP, gracias al cual sabrá el lector de su interés multidisciplinar como observador indulgente de la vida, de su humor extremadamente generoso que le permitía poner juntos el absurdo, la miseria o el placer: «la labor del arquitecto hoy es proyectar para la duda, el placer y la demolición». En este sentido, Opera acierta al fundir en un todo proyectos y textos, permitiéndonos atisbar cómo imaginaba el mundo un personaje que no concebía épica alguna en sus métodos de trabajo, ni hacía tema de la dispersión mundial de sus propuestas. Para CP, París, Venecia, Berlín o Frankfurt son situaciones encadenadas (una única ciudad) y nunca oportunidades singulares. Otra cosa es la suerte irrepetible que para esas ciudades habría supuesto escucharle con mayor interés; piénsese en Nueva York o, más obviamente, en Magnet, el caso-tipo para Londres que luego trató de llevar a Tokio. Porque siempre volvería a Londres, su proyecto permanente, para trabajar allí casi anónimamente en las implicaciones entre el transporte, la ciudad y la vida cotidiana, las primeras ideas para South Bank, la Tate Modern o la iluminación navideña de Oxford Street. Y ante cada caso, sus preguntas de siempre antes de actuar: ¿Cuánto es lo mínimo por hacer? ¿Para cuánto tiempo debería ser útil? ¿Cuánto sobra? El trinomio Teoría (pensar sin escala) + Práctica (todo pertenece al tiempo) + Crítica (lo socialmente deseable) no descansa en su preciso y fértil análisis de cada situación.
Una pista importante sobre el talante de CP nos la da el hecho de que una personalidad tan polifacética como HUO —comisario de arte, promotor de aventuras editoriales...— pero tangencial al mundo de la arquitectura, pudo acceder a su confianza para producir Re:CP. Resulta estimulante comprobar la riqueza del discurso de CP al someterse a la polarización que HUO introduce desde sus propios intereses. A través de la entrevista se va construyendo un mapa de nombres y situaciones: de la pertinencia de la figura del museo (esa distorsión del tiempo) a la cibernética; de la gastronomía a la necesaria transdisciplinariedad; del absurdo de las tertulias radiofónicas a las amistades, los viajes o las utopías. Douglas Gordon, John McHale, Geoffrey Vickers, Gordon Pask, Tom Driberg, Ranulph Glanville, Frank Cordell, Archigram o el mismísimo Fuller van surgiendo para recordarnos cuán necesario es hoy contar con el conocimiento ajeno y erradicar la figura del ‘creador solitario’. Y todo ello salpicado de relecturas o incluso críticas a los proyectos más representativos —Fun Palace, Potteries Thinkbelt, aviario del zoo de Londres—, corroborando el empeño de CP en imaginar un futuro que debe ser mejor que el presente, y que tal ilusión no es utópica sino responsable.
El texto recoge e invita a reconstruir la lista de conceptos más frecuentes en su discurso: palabras que se repiten hasta obtener un significado preciso, ya se trate de prevenir contra lo inservible a través de expresiones como ‘redundante’, ‘irrelevante’ o ‘asumido’, y contraponerlas al ‘cambio’como ‘función del tiempo’o ‘anticipo del futuro’; o simplemente recordar lo esencial que resultará introducir ‘generosidad’ y ‘placer’ en nuestro entorno. Pero las palabras pueden agotarse: si ‘ciudad’ ya no designa la complejidad de la vida urbana propone ‘concentrado’; y si ‘espacio’ es un concepto demasiado restrictivo propone ‘comunicación’. Por ello no sorprende que Rem Koolhaas exprese en la introducción la influencia recibida de CP. Admiraciones manifiestas firman asimismo Arata Isozaki y el cineasta Patrick Keiller, quien despliega un ejercicio de roadmemory en el que pasado presente y futuro se superponen, haciendo más que pertinente la cita a W. G. Sebald.
Es una suerte que el editor no hiciera caso a CP en su pretensión de que los contenidos de Re:CP se extinguieran sobre el papel a los tres años de su impresión, convencido no tanto de que sus ideas perderían vigencia sino reservándose el derecho a cambiarlas. Cambiar de opinión es en el ideario de CP la mejor muestra de vitalidad y lo puso permanentemente en práctica. Lamentablemente, CP no alcanzó a vivir lo suficiente para comprobar cuántas personas consideran oportunos estos dos nuevos libros que añadir al Square Book. Para iniciados o descubridores, constituyen un fabuloso ejercicio de navegación a través del tiempo y de la complejidad de un personaje que no está agotado en absoluto.