Este verano, La Cité de l’Architecture de París muestra el diálogo entre cómic y arquitectura en la exposición ‘Archi&BD: La Ville Déssinée’. Como las primeras viñetas de Winsor McCay, creador de Little Nemo, las aventuras de clásicos del cómic se publicaban en los suplementos dominicales de periódicos americanos de principios del siglo XX, como The New York World, que reflejaban el nacimiento de la ciudad emergente, cuyos rascacielos y edificios inspiraron las megalópolis de los superhéroes. Se presentan en la exposición 350 trabajos que muestran cómo el tebeo se alimentaban del día a día —las Exposiciones Universales de Chicago en 1893 o Bruselas en 1958 son referentes en autores como el belga Hergé— y cómo, con el pretexto de pintar el mundo, el cómic soñó y anticipó tendencias que acabaron inspirando proyectos arquitectónicos y urbanísticos. En la década de los sesenta, los visionarios proyectos de Archigram demostraron la influencia de los tebeos en la arquitectura. También se muestran ejemplos más recientes, como la exposición de Jean Nouvel en el Museo Louisiana de Dinamarca, donde colaboró con novelistas gráficos, o el álbum Metro Basel, resultado de un ejercicio de proyecto urbano dirigido por Herzog y de Meuron.