Álvaro Siza

Matosinhos, 1933

29/02/2000


Peridis es un antiguo compañero de la carrera. Coincidimos en la Escuela de Arquitectura y en los dibujitos, que nos pasábamos en clase, aunque les dedicábamos enfoques muy distintos. A él le interesaba la política y la caricatura, que cultivaba con tesón. A mí me divertía el humor absurdo, me atraía la historieta, me gustaba pintar. Después nos hemos encontrado muy rara vez y, sin embargo, a él debo mi trayectoria de dibujante, porque me recomendó a algún que otro editor de los que le solicitaban colaboraciones, una vez que se hubo creado su reputación en El País con su tira de actualidad. A José María González, Peridis, le debo seguramente el empujón origen de una larga trayectoria.

Peridis tenía una peculiar visión del mundo que aún conserva. Era un comentarista candoroso, casi naïf, y le gustaba serlo. Sus tiras se hicieron famosas durante la llamada transición política, cuando hizo popular un tipo de humor político relajado y novedoso, donde los personajes de actualidad se hacían pequeños títeres simpáticos, y las grandes cuestiones se trataban como chistes. Recuerdo que dijo que le gustaría quitar hierro al discurso político, y creo que lo consiguió, cosa muy de agradecer en esa época bastante más cargada de rencores de lo que ahora parece. La dulzura y la línea tenue, como de principiante, de Peridis hicieron una buena labor.

Mucho después conocí a Álvaro Siza. Era un maestro, pero también tenía mucho de naïf, de dibujante ensimismado, de principiante pensativo. Y también hace como historietas de sus proyectos, con línea temblona y amable. Siza aparece como uno de los personajes de Peridis, que se repiten casi iguales en las cuatro viñetas de la tira, mientras recita su monólogo de autor asombrado por su fama y se muestra como un fumador empedernido. Naturalmente existía un problema de formato, como con todos los personajes de tiras, que se adaptan mal a la viñeta única. El escollo se salva con un artificio tomado del propio periódico que, a veces, publica la tira en cuadro. De esa manera, es la única historieta que abarca cuatro viñetas, para permitir el discurso del personaje. Ni siquiera el Peanuts de Schulz se tomó ese privilegio.


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