Concebido como un edificio de oficinas móvil —made to be moved—, la nueva sede industrial de Unionkul en Copenhague recupera grandes contenedores ya desechados para darles una nueva vida como elementos generadores de un proyecto en el que el noventa por ciento de los materiales son reciclados.

Estos contenedores, que conservan su estado original, se diseñan con vistas a ser desmontados de manera sencilla. Se anclan al terreno por medio de unos pilares apoyados sobre zapatas que se posan sobre el suelo, y son reutilizables. La perfecta optimización con la que se fabrican, convierte a los contenedores en elementos idóneos para controlar el extremo clima escandinavo. Además, su gasto energético asociado es mínimo y el riesgo de sobrecalentamiento es casi nulo.

El revestimiento de la fachada, formado por paneles sándwich aislantes de alto rendimiento, funciona además como una potente barrera de vapor. Por su parte, las instalaciones mantienen los conductos a la vista, lo que facilita la detección de fallos en el sistema de acondicionamiento.

La cubierta, de aspecto uniforme, dota de coherencia al conjunto y realza los detalles estructurales propios del edificio. Está protegida por una serie de láminas de aluminio perforado que reflejan la luz de la bahía; y por una capa de absorción acústica dispuesta sobre ellas, que propicia la comodidad y el silencio necesarios en las áreas de trabajo. Esta obra, que surge de la arquitectura pre-fab, demuestra que la eficiencia, la economía, la sostenibilidad y el reciclaje en ocasiones van de la mano.