El ICA es el primer museo que se ha construido en Boston en cien años. Se trata de un edificio que cobija un programa amplio —desde salas de exposición hasta un teatro de usos múltiples, pasando por un restaurante, una librería, talleres y zonas de administración— y cuyo objetivo es funcionar como un espacio flexible y dinámico al mismo tiempo que propiciador del tipo de experiencia que exige el arte.

La parcela limita con el Harborwalk, un paseo marítimo de unos 75 kilómetros de longitud que, al tocar el edificio, se extiende para conformar una tribuna pública, se aplana para definir el escenario del teatro y envuelve los laterales de este para dar pie a la bandeja horizontal que sostiene una galería y una tribuna. De este modo, el paseo marítimo es capaz de funcionar al mismo tiempo como un activo más del museo y como un elemento que matiza su carácter introvertido merced a las aberturas que, a través de un pasaje interior, abren el edificio hacia el paisaje. Al entrar en el museo, las vistas se comprimen bajo el ‘vientre’ del teatro; después se insinúan a través del ascensor panorámico de vidrio, para revelarse, finalmente, en la galería. Suspendida bajo el voladizo que da carácter al edificio, la mediateca se abre al exterior de una manera muy controlada, de suerte que el usuario percibe solo la textura del agua.