La estación de metro Qasr Al Hokm, en el centro de Riad, se diseña a partir de una inmensa plaza sobre la que apoya un dosel curvado de acero inoxidable con una doble función: canalizar la luz exterior a las profundidades del metro, y comunicar visualmente —gracias al reflejo producido por el acero pulido que viste el volumen— el exterior y el atrio interior. Además, esta gigantesca visera sirve de hito urbano y de acceso principal a la estación. El diseño ha seguido criterios de sostenibilidad en diferentes aspectos: produce energía, protege y conserva los recursos hídricos, genera la sombra y la ventilación necesaria, es económicamente eficiente al proporcionar un sistema de transporte público optimizado en un núcleo urbano muy densificado, y socialmente sostenible al ofrecer un generoso espacio público para los ciudadanos. En la base del atrio aparece un jardín, un elemento sorprendente al estar bajo tierra, que sirve de zona de encuentro y comunicación entre las dos líneas de metro de la estación, lo que ameniza la espera, y entretiene al pasajero. Este jardín se alimenta de luz solar que se suministra a las luminarias del subterráneo mediante mecanismos de fibra óptica, iluminando el espacio sin necesidad de energía, y sin introducir el calor al interior del edificio.