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Architecture and Well-Being
Frente a la densa humareda provocada por la evaporación del agua del mar al entrar en contacto con la lava procedente de la erupción del volcán hawaiano Kīlauea, una pareja de turistas posa sonriente antes de hacerse un ‘selfie’. Con esta imagen se ilustra la cubierta de Our Happy Life, catálogo de una exposición homónima que tuvo lugar en el CCA; un libro concebido por su editor, Francesco Garutti, como una «narrativa visual con lecturas críticas de otros autores». En él su autor busca diseccionar las claves y las implicaciones arquitectónicas de una nueva industria: la de la felicidad. Pero ¿cómo y cuándo surgió? y, sobre todo, ¿por qué es relevante para nuestra disciplina?
La crisis financiera de 2008 puso de manifiesto la demanda social de un cambio urgente en la forma de hacer las cosas. En este contexto, el gobierno de Nicolas Sarkozy encargó a Joseph Stiglitz la elaboración de un informe entonces revolucionario. Para ello, el premio Nobel de economía en lugar de usar datos objetivos, como el PIB o los ingresos, concentró sus esfuerzos en analizar el bienestar y las percepciones subjetivas de los ciudadanos.
Desde entonces, la importancia de los indicadores de bienestar ha crecido de manera exponencial. La proliferación e implantación de estos índices ha dado lugar a lo que Garutti define como la «agenda de la felicidad». Una agenda política analizada por el investigador en un sólido ensayo, en el que reflexiona acerca de las conexiones entre el espacio, los sentimientos y el mercado del ‘capitalismo sentimental’. Sostiene, además, que la relevancia actual de esta corriente es de tal magnitud, que ya influye en el planeamiento de las ciudades, en el diseño de los espacios interiores y en nuestra relación con el paisaje. ¿Serán acaso los autores de estos índices de felicidad los diseñadores de las urbes del futuro? ¿Cuál será entonces el papel de los arquitectos? ¿Estamos ante otra oportunidad perdida por la profesión?