Salvo las piezas de uso urbano (marquesinas, aseos públicos —sí, en otros países existen— o quioscos), gran parte de los pequeños edificios que presenta este libro son lugares de evasión. Estáticos —en forma de refugios para la meditación, objetos en el paisaje o esculturas visitables— y dinámicos —como la casa básica hinchable de Ruiz de Azúa, su prima hermana, la esfera inflable La Ballule, y otros inventos para uso individual—, estos micro-edificios tienen un atractivo especial por su inmediatez, por cierta cualidad táctil y por la atención que sus autores prestan a los detalles. El propio volumen, compacto y manejable, incluye información de agradecer, como las direcciones de los arquitectos (estadounidenses, japoneses, alemanes y holandeses en su mayoría) o las fichas técnicas de los proyectos, con inclusión de costes que alcanzan cifras ‘macro’.